Al joven se le escuchó decir:
-¡Hola, buenas tardes! ¿Es aquí donde necesitan un jardinero?¿no?... Vaya ...¿Ya tienen uno? Comprendo... Bueno, es que soy muy bueno, y si no están satisfechos, yo podría ... Ya, comprendo, sí lo están. Bueno, otra vez será.
-No desesperes; ya encontrarás trabajo.
A lo que el joven contestó:
-¿Trabajo? ¿Quién busca trabajo?
El dueño del bar le sonrió y con ternura le respondió:
-No debes tener vergüenza por ello.
El joven lo miró risueño a los ojos y le dijo:
¡Pero si yo soy el jardinero de esa casa!...
Lo que pasa es que necesitaba saber qué tal estaba haciendo mi trabajo.
"Elogie el más pequeño progreso y cada progreso. Sea caluroso en su aprobación y generoso en sus elogios."
Dale Carnegei
Espero que dos buenos amigos míos no se enfaden si reproduzco de forma resumida una conversación que oía hace poco entre ellos. Hablaban del rendimiento de un colaborador de uno de ellos, al que el primero tenía en alta estima. El otro le decía, "¿pero se lo has dicho alguna vez?, a lo que el primero respondía "él ya lo sabe"; "sí, pero, ¿se lo has dicho alguna vez explícitamente?" insistía el segundo, a lo que el primero casi molesto, respondía, "él ya lo sabe, he tenido gestos con él que tengo con muy poco gente." Creo que la respuesta no convenció al segundo que afirmó al irse mi otro amigo, "Yo creo que debería decírselo, para su colaborador sería muy importante."
Aunque no dudo de que mi primer amigo da numerosos signos de su aprecio por éste y otros muchos colaboradores yo también estoy de acuerdo en que el reconocimiento explícito sería de gran valor para ese colaborador y en general para todos los colaboradores, en el trabajo, o con otras personas en todo tipo de relaciones.
Como nuestro joven de la historia, ese reconocimiento explícito reduce la incertidumbre respecto al rendimiento que se está teniendo y sobre la idoneidad de los resultados y los comportamientos ejecutados, lo que sin duda es especialmente motivador. Por que ¿quién se esforzaría al máximo si tuviera dudas de si lo que está haciendo es o no lo adecuado, sí le está llevando al resultado deseado? ¿Acaso corre al máximo de velocidad quién no sabe si ese camino lo acerca, o por el contrario, lo aleja, de su objetivo?¿ Y quién no quiere saber si lo que está haciendo está siendo valorado y así poder ser recompensado, o simplemente, que su trabajo no pasa desapercibido y que está teniendo sentido?
Pues para quien tenga dudas, me gustaría compartir con vosotros el resultado de un estudio que conocí hace poco. Según ese estudio, en el que se le preguntaba a los trabajadores de distintas organizaciones de todo tipo cuáles era los valores que deseaban ver en su empresa, el reconocimiento era el que más se repetía , estando presente entre los diez primeros en más del 60% de las ocasiones. Si además interiorizamos el resultado de otro estudio que reconocía la relación con el superior directo como la variable más importante al predecir la implicación de una persona en su trabajo, obtendremos una buena fórmula para conseguir personas implicadas y satisfechas en su trabajo; a saber, establecer buenos vínculos con nuestros colaboradores y reconocer tanto sus habilidades como sus contribuciones a los resultados de nuestro equipo.
Así, enlazando con la anterior entrada, para convertir la piedra en un Ángel será imprescindible sin duda decirle a las personas que van por el buen camino y animarles a que sigan en el mismo, o como decía Dale Carnegei, "dele a la persona una buena reputación que pueda empeñarse en mantener".
El ser reconocido en el trabajo y saber que su trabajo está teniendo resultados positivos hará sin duda que esa persona se sienta "visible", "importante", que su trabajo tiene sentido y su autoestima y su autoimagen mejorarán sintiendo que es una persona más capaz y con mejores resultados. Y además, recibiendo reconocimiento y corrección de la manera y en la proporción adecuada, hará que nuestro buen jardinero sea más atrevido para hacer más cosas con autonomía y creatividad, liberando el potencial escondido en la piedra.
Porque, después de todo, ¿a quién no le gusta sentirse importante?
En los comienzos de la carrera espacial, John Kennedy hizo un visita a la NASA en Cabo Cañaveral. Le presentaron a muchos grandes científicos e investigadores. Le presentaron a los hombres cuya máxima ambición era conquistar el espacio y andar por la superficie de la luna le presentaron a administradores y contables ya muchas otras personas cuya contribución al proyecto fue inmensa. Hombres y mujeres que sentía con orgullo que cumplían una meta y un destino.
Mientras se dirigía nuevamente a su limusina deambulando por los pasillos, se tropezó con un hombre encorvado y de cabellos grises con un cubo en una mano y una fregona en la otra. Parecía una pregunta bastante superflua, pero el presidente le preguntó cortésmente: "¿Y qué haces tú aquí en el Cabo?.
Enderezando la espalda, el empleado de la limpieza miró fijamente al Presidente y con una voz que denotaba un fuerte setnido del orgullo y de la dignidad, contestó: "Señor, estoy haciendo lo mismo que todo el mundo aquí:
¡trabajar para llevar un hombre a la luna!
Que bueno que vuelvas a la carga Jorge!!. Y cuanta verdad en lo que escribes. A seguir!!
ResponderEliminarQue bueno leerlo, como te hace reflexionar y enriquece, y que difícil es ser constante para llevarlo a cabo siempre. Se echaban de menos tus entradas. Un abrazo
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