Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta el martillo. "Quizá mi vecino tenga uno", piensa. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda. "¿Qué, y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada.; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada una herramienta, yo se lo dejaría encantado. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. "
Así que nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir "buenos días", nuestro hombre le grita furioso....
"!Quédese usted con su maldito martillo, so penco!"
Decía Paul Watzlawick en su genial e irónico libro "El arte de amargarse la vida", que algo tan importante y complejo como es el vivir amargado no puede dejarse al libre albedrío de las personas sino que es necesario desarrollar una refinada técnica y una práctica continuada. Así, de un modo irónico y divertido, nos relata todos aquellos mecanismos que utilizamos los seres humanos para vivir nuestra vida agónicamente, ya sea con enfados desproporcionados, depresiones, baja autoestima, preocupaciones, o miedos exagerados.
Y es que algunos somos tan refinados en alimentar nuestro sufrimiento que a veces parece imposible que dichos mecanismos no sean fruto de una actividad consciente y ardua práctica. Y es cierto en lo de la práctica, porque todos los mecanismos que utilizamos son patrones que llevamos mucho tiempo utilizando, desde nuestra infancia, aunque sí es cierto que todo esto queda bajo el manto de nuestra inconsciencia.
De manera inconsciente hemos ido configurando una determinada identidad, con nuestros valores y creencias sobre la vida, con una valoración positiva o negativa sobre nosotros mismos y una serie de estrategias vitales relacionadas con nuestra supervivencia afectiva.
¿Y cómo sucede esto? ¿cómo llega uno a elaborar estas maquiavélicas estrategias que no hacen sino perjudicarle? Pues espero explicarlo fácilmente. Dos aspectos son los claves en dicho proceso; uno, a qué hechos aprendemos a prestar atención, y dos, qué significado le damos a todo ello.
En cuanto al primero, hace poco discutía en un seminario si hay una única realidad o por el contrario, hay tantas realidades como personas que la contemplan. En efecto, para mí sí existe una única realidad, pero es sin duda infinita e inabarcable, y nosotros apenas podemos fijarnos en pequeños trozos de ella y siempre desde un ángulo muy concreto. Además, como bien sabéis, tan sólo algunos de esos trozos tomarán relevancia para nosotros.
En cuanto al segundo, el problema tiene que ver con lo que en PNL se llaman las "equivalencias complejas". ¿Y qué es eso? pues muy sencillo, que en función de nuestro "mapa personal" tendemos a añadir una carga de juicio y significado totalmente subjetivo a lo que es un hecho objetivo, convirtiéndolos en equivalentes; por ejemplo, cuando alguien decide que si su pareja se ha olvidado de su aniversario, eso "significa" que ya no la quiere, o si su jefe le corrige, decide que eso "significa" que le van a despedir. Es decir, hechos a priori inofensivos se identifican con catástrofes de índole inimaginable que a buen seguro se encargarán de amargarnos la vida; vamos, lo que comúnmente se llama "hacer una montaña de un granito de arena".
Y esto lo hacemos continuamente (por suerte, no siempre con estos tintes tan negativos) y se produce por esa simplificación que hacemos de la realidad para poder desenvolvernos en ella. Como sabréis ya a estas alturas, utilizamos nuestro aprendizaje y nuestra memoria para dar significado a todo lo que nos pasa y, como tenemos querencia por movernos en lo conocido, tendemos a subjetivar nuestra realidad para adecuarla a nuestras creencias previas, aunque esto signifique llegar a conclusiones tales como las anteriores, que sólo nos producen amargura y sufrimiento. Así, alguien que se siente poco querido conseguirá, sin dificultad, encontrar nuevos hechos que confirmen sin lugar a dudas tal creencia, reforzándola todavía más, como es el caso de las personas celosas. También es el caso de aquellas personas que no se valoran de forma suficiente, personas que encuentran con pasmosa facilidad numerosos hechos que confirman su poca valía, con lo que ya pueden justificar ese estado de depresión que les es tan familiar.
¿ Y por qué tantas veces nos empeñamos en dirigir nuestra atención a aquellos hechos que no nos traen sino amargura, llenándolos además, de tal carga de subjetividad negativa? Pues también tengo respuesta para esa pregunta, pero como en las buenas series de televisión, prefiero dejarla para la próxima entrada. Mientras tanto, quedaré contento si ya os habéis dado cuenta de que lo que encontramos suele ser precisamente ...... aquello que buscamos.
Una noche un anciano "Cherokee" conversaba con su nieto sobre los panoramas que cada humano se enfrenta cada día. Le decía este: "Mi hijo, nuestra vida es como la batalla entre dos lobos. Uno es del diablo, que produce ira, envidia, celos, tristezas, lamentos, remordimientos, arrogancia, pena de si mismo, culpabilidad, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo falso, superioridad y el ego. El otro es bueno, que aporta gozo, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, amabilidad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe" Luego de haber escuchado atentamente las palabras de su amado abuelo, el nieto le preguntó: "Abuelo, ¿y cuál de los dos lobos es el que gana? El viejo Roble "Cherokee" lo miró con amor mientras le contestaba:
Un abrazo
Para seguir profundizando:
"El arte de amargarse la vida". Paul Watzlawick. Ed. Herder
"La inutilidad del sufrimiento". María Jesús Álava Reyes. Ed. La esfera de los libros
En cuanto al primero, hace poco discutía en un seminario si hay una única realidad o por el contrario, hay tantas realidades como personas que la contemplan. En efecto, para mí sí existe una única realidad, pero es sin duda infinita e inabarcable, y nosotros apenas podemos fijarnos en pequeños trozos de ella y siempre desde un ángulo muy concreto. Además, como bien sabéis, tan sólo algunos de esos trozos tomarán relevancia para nosotros.
En cuanto al segundo, el problema tiene que ver con lo que en PNL se llaman las "equivalencias complejas". ¿Y qué es eso? pues muy sencillo, que en función de nuestro "mapa personal" tendemos a añadir una carga de juicio y significado totalmente subjetivo a lo que es un hecho objetivo, convirtiéndolos en equivalentes; por ejemplo, cuando alguien decide que si su pareja se ha olvidado de su aniversario, eso "significa" que ya no la quiere, o si su jefe le corrige, decide que eso "significa" que le van a despedir. Es decir, hechos a priori inofensivos se identifican con catástrofes de índole inimaginable que a buen seguro se encargarán de amargarnos la vida; vamos, lo que comúnmente se llama "hacer una montaña de un granito de arena".
Y esto lo hacemos continuamente (por suerte, no siempre con estos tintes tan negativos) y se produce por esa simplificación que hacemos de la realidad para poder desenvolvernos en ella. Como sabréis ya a estas alturas, utilizamos nuestro aprendizaje y nuestra memoria para dar significado a todo lo que nos pasa y, como tenemos querencia por movernos en lo conocido, tendemos a subjetivar nuestra realidad para adecuarla a nuestras creencias previas, aunque esto signifique llegar a conclusiones tales como las anteriores, que sólo nos producen amargura y sufrimiento. Así, alguien que se siente poco querido conseguirá, sin dificultad, encontrar nuevos hechos que confirmen sin lugar a dudas tal creencia, reforzándola todavía más, como es el caso de las personas celosas. También es el caso de aquellas personas que no se valoran de forma suficiente, personas que encuentran con pasmosa facilidad numerosos hechos que confirman su poca valía, con lo que ya pueden justificar ese estado de depresión que les es tan familiar.
¿ Y por qué tantas veces nos empeñamos en dirigir nuestra atención a aquellos hechos que no nos traen sino amargura, llenándolos además, de tal carga de subjetividad negativa? Pues también tengo respuesta para esa pregunta, pero como en las buenas series de televisión, prefiero dejarla para la próxima entrada. Mientras tanto, quedaré contento si ya os habéis dado cuenta de que lo que encontramos suele ser precisamente ...... aquello que buscamos.
Una noche un anciano "Cherokee" conversaba con su nieto sobre los panoramas que cada humano se enfrenta cada día. Le decía este: "Mi hijo, nuestra vida es como la batalla entre dos lobos. Uno es del diablo, que produce ira, envidia, celos, tristezas, lamentos, remordimientos, arrogancia, pena de si mismo, culpabilidad, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo falso, superioridad y el ego. El otro es bueno, que aporta gozo, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, amabilidad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe" Luego de haber escuchado atentamente las palabras de su amado abuelo, el nieto le preguntó: "Abuelo, ¿y cuál de los dos lobos es el que gana? El viejo Roble "Cherokee" lo miró con amor mientras le contestaba:
"Hijo, a buen seguro será ............ el que tú alimentes más"
Para seguir profundizando:
"El arte de amargarse la vida". Paul Watzlawick. Ed. Herder
"La inutilidad del sufrimiento". María Jesús Álava Reyes. Ed. La esfera de los libros
Estimado Jorge:
ResponderEliminarNo sabes cuánto me alegro de que volvamos a encontrarnos por aquí. Y para que veas todo lo eficaz que ha sido este nuevo post en mi estado de ánimo te diré que desde que lo he leído no consigo quitarme de la cabeza la escena final de "La vida de Brian", aquella en la que aparece el protagonista clavado en la cruz y perplejo por haber sido suplantado por otro (suplantación que le costará nada menos que la vida), mientras suena aquella canción de estribillo fácil, "Mira siempre el lado bueno de la vida" ("Always look on the bright side of life..." para los que se animen a tararearla como yo). Si gracias a este blog no hemos cambiado todavía el refrán del Alcoyano es porque no lo ha leído el suficiente número de personas. Y no lo tomes como una crítica sino todo lo contrario. Lo que tú intentas no sólo es de agradecer, es de medalla, porque como ya te he dicho alguna vez, esto va mucho más allá del cumplimiento del deber. Con la que está cayendo por culpa de las huestes político-económicas en general, y las de este nuestro país en particular, y tú nos animas, sino a ver el lado bueno de la vida (eso sería de beatificación inmediata) al menos a ser objetivos en el análisis de las situaciones. Y desde luego no puedo estar más de acuerdo contigo en la forma en que tendemos a autoflagelarnos, las más de las veces sin justificación y con los más refinados y maquivélicos cilicios. Otra cosa es discernir qué es lo que nos lleva a actuar así, pero como bien dices, vamos a dejarlo para el siguiente capítulo. Mientras tanto, si llegamos a ser conscientes de cómo interpretamos esa realidad única e inabarcable ya habremos puesto los cimientos para intentar ser más objetivos a la hora de analizarla y tomar decisiones en la vida; nuestra vida o lo que nos dejen de ella, pero por pequeño que sea nuestro margen de maniobra peor será dejarnos llevar hacia el agujero negro que tendemos a crearnos. Como bien ha dicho un flamante nuevo presidente autonómico (lástima que sólo se queden en palabras), el peor enemigo que tenemos es la desesperanza y mucha de esa desesperanza seguro que tiene que ver con cómo interpretamos la dura y cruel realidad que nos ha tocado vivir y que (malditos de todos nosotros, los que cometen los abusos y los pusilánimes que hemos dejado que los cometan) vamos a legar irremediablemente a nuestros hijos. Y ello pese a que todo podría haber sido diferente.
Un saludo.
Querido Porras,
ResponderEliminar!Que agradecido estoy yo de leer tus comentarios! y acordándome de ellos es que me he decidido a volver a escribir. Como en algún otro momento te he recordado, quizá "no podamos salvar a todas las estrellas de mar, pero para cada una que salvamos, sí supone una gran diferencia".
No pretendo cambiar el mundo, pero las pequeñas aportaciones que hacemos para que este "sea diferente" cobran ya sentido si hay tan sólo una persona a las que hayan servido. Y como decía Ghandi, "no esperes que el mundo cambie, sé tu mismo el cambio que quieres para el mundo". Así que yo,no me preocuparé tanto de que mundo le dejo a mis hijos, sino más bien que tipo de hijos dejo al mundo, de que mi hija no sea ese tipo de persona que tu tanto criticas y el mundo se beneficie, aunque sea tímidamente, de su presencia.
Y respecto a lo de ser objetivos, no pretendo eso. Como he expuesto, no creo que podamos serlo, siempre tendremos alguna carga de subjetividad en nuestra percepción y en el significado de lo que percibimos; así que parafraseando a los creadores de la PNL, "no te recomiendo que dejes de autoengañarte, eso es imposible, lo que pretendo es que tus autoengaños sean más útiles para tí". Posiblemente no soy del todo realista cuando me niego a ver la vida de forma catastrofista, pero eso me permite estar de mejor humor, sentirme más responsable de las soluciones, más activo, con más ganas de vivir y ayudar a vivir. Así que me autoengaño, pensando que todo puede ser diferente, y efectivamente, lo es (por lo menos para mí)
Gracias otra vez por tus comentarios y no dejes de aparecer por aquí, te lo ruego.
Un fuerte abrazo