Cuentan que un día El Buda pasaba por un pueblo y alguna gente salió a insultarle. Le lanzaron todo tipo de insultos y todas las palabras malsonantes que conocían. Buda, sin embargo, se quedó allí parado, escuchó en silencio con mucha atención, y después dijo:
-Gracias por acudir a mí, pero tengo prisa. Tengo que llegar al próxima pueblo, donde me están esperando. Hoy no puedo dedicaros más tiempo, pero mañana, cuando pase de regreso, podré detenerme con calma. Podéis reuniros de nuevo, y si queda algo que queráis decir y no hayáis podido decir hoy, me lo podréis decir mañana.
La gente no daba crédito; después de todos aquellos insultos, el Buda ni se había inmutado. Uno de ellos le preguntó:
-¿Pero es que acaso no nos has oído? ¿Es que no vas a responder a nuestros insultos?
- Os pido disculpas nuevamente, pero si lo que queríais era que respondiera, me temo que habéis llegado tarde. Hace diez años hubiera respondido, sin duda, de la forma que esperabais, pero ahora ya no. Ya no soy un esclavo. Actúo por mi cuenta y no por cuenta de ningún otro. Vosotros queríais insultarme y realmente lo habéis hecho muy bien; podéis sentiros satisfechos. Pero por lo que a mi respecta, no he recibido vuestros insultos y no han significado nada para mí. Han sido como una antorcha encendida que cae en un río. Durante el momento que está en el aire sigue encendida, pero en cuanto llega al agua, el fuego se apaga.
-¿Pero es que acaso no nos has oído? ¿Es que no vas a responder a nuestros insultos?
- Os pido disculpas nuevamente, pero si lo que queríais era que respondiera, me temo que habéis llegado tarde. Hace diez años hubiera respondido, sin duda, de la forma que esperabais, pero ahora ya no. Ya no soy un esclavo. Actúo por mi cuenta y no por cuenta de ningún otro. Vosotros queríais insultarme y realmente lo habéis hecho muy bien; podéis sentiros satisfechos. Pero por lo que a mi respecta, no he recibido vuestros insultos y no han significado nada para mí. Han sido como una antorcha encendida que cae en un río. Durante el momento que está en el aire sigue encendida, pero en cuanto llega al agua, el fuego se apaga.
Y concluyó:
-Me temo que el fuego de vuestros insultos ..... se ha apagado al llegar a mi corazón.
Recuerdo lo estupenda que me pareció, cuando la leí por primera vez, la siguiente cita: "mientras fui joven, pasé muchos años preocupado por lo que los demás pensaban de mí; más tarde, con el paso del tiempo, dejó de importarme lo que esas personas pensaran; y ahora, ya en mi vejez, me doy cuenta de que todas esas personas, apenas perdieron su tiempo pensando en mí."
Así es, es muy posible que todos nosotros descubramos algún día que no somos tan importantes para los demás como creíamos y que éstos no están tan pendientes de nosotros, aunque ciertamente haya veces que seamos objeto de críticas, insultos o comentarios malintencionados. Sin embargo, esto no tiene realmente importancia. Lo que realmente importa es el significado que nosotros queramos darle a esas palabras.
Así es, es muy posible que todos nosotros descubramos algún día que no somos tan importantes para los demás como creíamos y que éstos no están tan pendientes de nosotros, aunque ciertamente haya veces que seamos objeto de críticas, insultos o comentarios malintencionados. Sin embargo, esto no tiene realmente importancia. Lo que realmente importa es el significado que nosotros queramos darle a esas palabras.
Y es
que cuando lo que fluye por el río no es agua, sino líquido inflamable, el
fuego se enciende, ya no con una antorcha, sino con una simple chispa. ¿Y a que
me refiero con lo del líquido inflamable? Pues bien, se le puede llamar de
muchas formas, baja autoestima, autoconcepto negativo, poca seguridad interior,
etc, y básicamente lo que significa es que no nos queremos y aceptamos lo
suficiente. Y cuando esto ocurre, buscamos ese cariño y esa aceptación, que
debería nacer en nuestro propio interior, en la aprobación de los demás,
dejándonos muy vulnerables a los comentarios negativos de las otras personas.
De
esta forma, al sentirnos tan vulnerables, nos entra el miedo, y cuando uno
tiene miedo lo que hace es activar el sistema de alarma, es decir, toda nuestra
atención está dirigida a identificar las amenazas y desactivarlas. Pero como
bien sabéis, nuestra atención es muy selectiva, y el significado que le da a lo
que capta tiene mucho que ver con aquello que espera encontrar; así que ahí la
tenemos, buscando peligros, y por tanto, ¡encontrándolos!
Así
que cuando algo del exterior nos molesta, nos duele o enfada, algo tiene que
ver con nuestras propias necesidades no cubiertas y con las heridas del pasado.
Precisamente, el de la herida es un buen símil para definir lo que ocurre. Si
golpeamos ligeramente una parte del cuerpo herida, el dolor será intenso, pero
si golpeamos de la misma forma una parte sana, notaremos el golpe, pero no será
dolor lo que sintamos. Así nos pasa cuando los demás se burlan de nosotros o
nos critican, o hacen comentarios maliciosos a nuestras espaldas. Cuando
nuestra seguridad interior está intacta y los verdaderos jueces de nuestro valor somos nosotros mismos, las
ofensas de los demás serán como antorchas que se apagan en el agua; pero si
nuestro interior está herido, ávido de reconocimiento o cariño externo,
entonces las antorchas de los insultos quemarán como hierro incandescente sobre
la piel.
Y cuando esto ocurre, algunas personas deciden utilizar entonces la estrategia de “ponerse la coraza”, “mantenerse a distancia” o “hacerse más duro”(es decir, insensible). Pero esto es un grave error, ya que la "coraza" nos impide movernos con naturalidad y con espontaneidad; "hacernos más duros" nos hace menos flexibles ante el mundo y las personas y el "mantenerse a distancia" nos impide acercarnos a los demás. Así que a todas estas personas les digo (como he tenido que decirme a mí mismo muchas veces) que la estrategia correcta no es ninguna de esas, que lo que hay que hacer, siguiendo con la parábola del principio, es llenar nuestro corazón de nuestra propia aceptación y del reconocimiento de que somos valiosos por el simple hecho de ser quienes somos. Y esta será el agua que llene el río y que apagará cualquier antorcha, cualquiera que sea su tamaño, ya que en el agua nunca arderá el fuego.
Y cuando esto ocurre, algunas personas deciden utilizar entonces la estrategia de “ponerse la coraza”, “mantenerse a distancia” o “hacerse más duro”(es decir, insensible). Pero esto es un grave error, ya que la "coraza" nos impide movernos con naturalidad y con espontaneidad; "hacernos más duros" nos hace menos flexibles ante el mundo y las personas y el "mantenerse a distancia" nos impide acercarnos a los demás. Así que a todas estas personas les digo (como he tenido que decirme a mí mismo muchas veces) que la estrategia correcta no es ninguna de esas, que lo que hay que hacer, siguiendo con la parábola del principio, es llenar nuestro corazón de nuestra propia aceptación y del reconocimiento de que somos valiosos por el simple hecho de ser quienes somos. Y esta será el agua que llene el río y que apagará cualquier antorcha, cualquiera que sea su tamaño, ya que en el agua nunca arderá el fuego.
Es entonces cuando nos daremos cuenta de que las supuestas amenazas
que había en el exterior no son tales. Como en el caso de Buda, nos podrán
insultar, criticar, y maldecir, pero no reaccionaremos; simplemente lo
tomaremos como una señal para revisar lo que hacemos y lo que somos, y
nosotros, solamente nosotros, juzgaremos si consideramos conveniente cambiar o
quedarnos inalterables. Y como los demás no nos amenazan ni son un peligro para
nosotros, tampoco les guardaremos ningún rencor ni perderemos más tiempo del
necesario en pensar en ellos. En todo caso, compadeceremos a los más
maliciosos, que seguramente están desperdiciando su tiempo y su vida en “ser
más duros”, “poniéndose corazas” y "manteniéndose a distancia".
Así
que amigos, haced como el Buda, seguid vuestro camino tranquilamente hacia
cualquiera que sea vuestro destino, pero no perdáis tiempo en defenderos de
supuestos insultos que no tendrán más significado ya para vosotros que el murmullo del agua o el silbido del
viento.
Y por si os hubierais mantenido insensibles ante mis reflexiones, os regalo esta cita de la Madre Teresa de Calcuta, ante la que, seguro, no quedaréis indiferentes.
Un abrazo
La gente suele ser poco razonable, ilógica y egocéntrica,
perdónala de todos modos.
Si eres amable, la gente puede acusarte de abrigar motivos ocultos y egoístas;
sé amable de todos modos.
Si tienes éxito vendrán a ti falsos amigos y amigos buenos;
ten éxito de todos modos.
Si eres honrado y sincero, puede que algunos te engañen;
de todos modos, sé honrado y sincero.
Lo que dedicas muchos años a construir lo puede destruir alguien de un día para otro;
construye de todos modos.
Si hallas la serenidad y la felicidad, siempre habrá quien te tenga envidia;
sé feliz de todos modos.
El bien que haces hoy, la gente puede olvidarlo mañana;
haz el bien de todos modos.
De todos modos, da al mundo lo mejor de ti mismo.
Y es que a fin de cuentas, todo esto es entre tú y Dios;
en el fondo, nunca ha sido entre tú y ellos
Jorge gracias. Siempre q leo una d tus entradas m hacen remover un poco mi interior y durante ese pienso d manera mas positiva y tengo más fé en mi. Un abrazo muy fuerte y cuidate mucho y un beso para la niña d tus ojos
ResponderEliminarHola Abel.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Como habrás notado, otros asuntos me han reclamado y tenía un poco abandonado el blog, pero leer tus palabras me animan a seguir trabajando en él.
Me hacen pensar en que cuando alguien consigue ayudar a otra persona, el más afortunado es, sin duda, el primero de ellos.
Gracias de verdad