"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









sábado, 10 de noviembre de 2012

Quizá mi vecino tenga un martillo ...


Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta el martillo. "Quizá mi vecino tenga uno", piensa. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda. "¿Qué, y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada.; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada una herramienta, yo se lo dejaría encantado. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. "

Así que nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir "buenos días", nuestro hombre le grita furioso....

 "!Quédese usted con su maldito martillo, so penco!"


Decía Paul Watzlawick en su genial e irónico libro "El arte de amargarse la vida", que algo tan importante y complejo como es el vivir amargado no puede dejarse al libre albedrío de las personas sino que es necesario  desarrollar una refinada técnica y una práctica continuada. Así, de un modo irónico y divertido, nos relata todos aquellos mecanismos que utilizamos los seres humanos para vivir nuestra vida agónicamente, ya sea con enfados desproporcionados, depresiones, baja autoestima, preocupaciones, o miedos exagerados.

Y es que algunos somos tan refinados en alimentar nuestro sufrimiento que a veces parece imposible que dichos mecanismos no sean fruto de una actividad consciente y ardua práctica. Y es cierto en lo de la práctica, porque todos los mecanismos que utilizamos son patrones que llevamos mucho tiempo utilizando, desde nuestra infancia, aunque sí es cierto que todo esto queda bajo el manto de nuestra inconsciencia.

De manera inconsciente hemos ido configurando una determinada identidad, con nuestros valores y creencias sobre la vida, con una valoración positiva o negativa sobre nosotros mismos y una serie de estrategias vitales relacionadas con nuestra supervivencia afectiva.

¿Y cómo sucede esto? ¿cómo llega uno a elaborar estas maquiavélicas estrategias que no hacen sino perjudicarle? Pues espero explicarlo fácilmente. Dos aspectos son los claves en dicho proceso; uno, a qué  hechos aprendemos a  prestar atención, y dos, qué significado le damos a todo ello.

En cuanto al primero, hace poco discutía en un seminario si hay una única realidad o por el contrario, hay tantas realidades como personas que la contemplan. En efecto, para mí sí existe una única realidad, pero es sin duda infinita e inabarcable, y nosotros apenas podemos fijarnos en pequeños trozos de ella y siempre desde un ángulo muy concreto. Además, como bien sabéis, tan sólo algunos de esos trozos  tomarán relevancia para nosotros.

En cuanto al segundo, el problema tiene que ver con lo que en PNL se llaman las "equivalencias complejas". ¿Y qué es eso? pues muy sencillo, que en función de nuestro "mapa personal" tendemos a añadir una carga de juicio y significado totalmente subjetivo a lo que es un hecho objetivo, convirtiéndolos en equivalentes; por ejemplo, cuando alguien decide que si su pareja se ha olvidado de su aniversario, eso "significa" que ya no la quiere, o si su jefe le corrige, decide que eso "significa" que le van a  despedir. Es decir, hechos a priori inofensivos se identifican con catástrofes de índole inimaginable que a buen seguro se encargarán de amargarnos la vida; vamos, lo que comúnmente se llama "hacer una montaña de un granito de arena".

Y esto lo hacemos continuamente (por suerte, no siempre con estos tintes tan negativos) y se produce por esa simplificación que hacemos de la realidad para poder desenvolvernos en ella. Como sabréis ya a estas alturas, utilizamos nuestro aprendizaje y nuestra memoria para dar significado a todo lo que nos pasa y, como tenemos querencia por movernos en lo conocido, tendemos a subjetivar nuestra realidad para adecuarla a nuestras creencias previas, aunque esto signifique llegar a conclusiones tales como las anteriores, que sólo nos producen amargura y sufrimiento. Así, alguien que se siente poco querido conseguirá, sin dificultad, encontrar nuevos hechos que confirmen sin lugar a dudas tal creencia, reforzándola todavía más, como es el caso de las personas celosas. También es el caso de aquellas personas que no se valoran de forma suficiente, personas que encuentran con pasmosa facilidad numerosos hechos que confirman su poca valía, con lo  que ya pueden justificar ese estado de depresión que les es tan familiar.

¿ Y por qué tantas veces nos empeñamos en dirigir nuestra atención a aquellos hechos que no nos traen sino  amargura, llenándolos  además, de tal carga de subjetividad negativa? Pues también tengo respuesta para esa pregunta, pero como en las buenas series de televisión, prefiero dejarla para la próxima entrada. Mientras tanto, quedaré contento si ya os habéis dado cuenta de que lo que encontramos suele ser precisamente  ......   aquello  que buscamos.

Una noche un anciano "Cherokee" conversaba con su nieto sobre los panoramas que cada humano se enfrenta cada día. Le decía este: "Mi hijo, nuestra vida es como la  batalla  entre dos lobos. Uno es del diablo, que produce ira, envidia, celos, tristezas, lamentos, remordimientos, arrogancia, pena de si mismo, culpabilidad, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo falso, superioridad y el ego. El otro es bueno, que aporta gozo, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, amabilidad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe" Luego de haber escuchado atentamente las palabras de su amado abuelo, el nieto le preguntó: "Abuelo, ¿y cuál de los dos lobos es el que gana? El viejo Roble "Cherokee" lo miró con amor mientras le contestaba:


"Hijo,  a buen seguro será ............ el que tú alimentes más"

Un abrazo

Para seguir profundizando:

"El arte de amargarse la vida". Paul Watzlawick. Ed. Herder
"La inutilidad del sufrimiento". María Jesús Álava Reyes. Ed.  La esfera de los libros