"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









martes, 9 de agosto de 2011

DESDE LUEGO, ¡QUÉ DESAGRADECIDA ES LA GENTE!


Un hombre que tiene problemas en la vista decide visitar a un oculista. Después de escuchar brevemente su queja, el oculista se saca sus gafas y se las entrega.

-Póngase éstas -le dice- Yo he usado este par de gafas durante diez años y realmente me han sido muy útiles. Tengo otro par en casa, así que puede quedarse con ellas.
El hombre se las pone, pero su problema parece agravarse.
-¡Esto es horrible!-exclama el hombre- ¡No vea nada!
-Pero, ¡no puede ser que no le valgan! A mí me han dado un resultado estupendo estos diez años. Inténtelo con más empeño, por favor.
-Lo pongo, pero por más que lo intento, no veo nada. Lo siento.
-¿Pero qué pasa con usted? Piense positivamente, que es usted un negativo. Está usted a la defensiva.
-Lo siento, pero yo, positivamente, no veo nada.
-¡Vaya ingratitud!-le increpa el oculista- Intento ayudarle, le cedo mis propias gafas y usted se empeña en no ver nada. ¡Salga de mi consulta inmediatamente!  Desde luego,….

........¡QUE DESAGRADECIDA ES LA GENTE!

Hace tiempo que leí este ejemplo relacionado con la empatía y me pareció, además de divertido, muy ilustrativo. A todo el mundo le parecerá obvio que al hombre que va al oculista no le van a servir las gafas del mismo, y le resultará fácil entender que no va a ser una cuestión de empeño el que vea mejor o no, si no que más bien será un problema de que las gafas que utilice se adapten o no a su problema.
En este caso tenemos dos personas distintas que, lógicamente, no ven igual con las mismas gafas. Y es que las gafas son un instrumento que sirve para distorsionar la realidad, sirviendo a unos pero perjudicando a otros según sea su punto de partida. Y es con esta metáfora de las gafas que me gustaría seguir diseccionando el tema del anterior post.
En efecto, presenciando la diferente manera que cada uno de nosotros tiene de mirar e interpretar la realidad, pudiera parecer que lleváramos encima un par de gafas de distinta graduación que nos impidiera percibir de la misma forma las cosas que nos rodean.
Y así es, en efecto. En la última entrada intenté mostrar, espero que con un mínimo éxito al menos, como se forma la graduación de dichos lentes y como luego nos influirá a la hora medir la distancia de las cosas que está  a nuestro alrededor. Como pudimos ver, nuestra incapacidad para prestar la misma atención a todo lo que nos rodea y la interpretación (más o menos acertada) que hacemos de nuestra experiencia son los determinantes para que, poco a poco, y desde muy temprana edad, cada uno de nosotros vaya desarrollando una graduación única en sus gafas, que por tanto le harán ver de una forma, única también, el mundo.
En la PNL en concreto, se utiliza la metáfora, muy acertada por cierto, del mapa. Los mapas nos sirven de guía y referencia para movernos con soltura por territorios poco conocidos gracias a una simplificación de la realidad del territorio. Así, nos resulta más fácil movernos por una ciudad que no conocemos si tenemos un callejero, o mejor aún, un GPS; o gracias al mapa del metro sabemos perfectamente donde estamos, que líneas tenemos que coger y a donde nos llevan. Es decir, los mapas nos sirven de ayuda para guiarnos y cuanto más detallado sea el mapa más útil nos será el mismo. Hasta aquí todos de acuerdo. Pero, ¿y si os digo que constantemente estamos utilizando mapas? ¿Acaso no utilizamos como guía nuestros anteriores aprendizajes y experiencias? ¿Sabría un indígena del amazonas sin contacto anterior con nuestra cultura qué  hacer si lo dejáramos de repente en medio de una gran ciudad? Y si nos dejaran a nosotros solos en medio del amazonas ¿se nos ocurriría que hacer? Desde luego, tanto en un caso como en el otro, nuestra imposibilidad para utilizar nuestro aprendizaje anterior, nos dejaría en grandes dificultades para conseguir satisfacer las más pequeñas necesidades.
Así es, necesitamos esos mapas (aprendizajes) porque no podemos estar constantemente aprendiéndolo todo, sintiéndonos desorientados cada vez que volvemos a pasar por las mismas dificultades. Así que utilizamos lo que hayamos aprendido antes, ya sea de nuestra propia experiencia o de los aprendizajes y conocimientos que nos hayan transmitido nuestras personas de referencia.
Es con este ejemplo que quería mostraros como constantemente utilizamos referencias para interpretar y poder manejarnos en el medio en el que vivimos (extremadamente complejo si lo comparamos con el que han tenido que lidiar los humanos en los últimos miles de años). Esta complejidad es la que hace cada vez más necesario el reconocer que mapas utilizamos y aprender a perfeccionarlos, dándonos cuenta de que no son, ni mucho menos, perfectos, y que además, nunca lo serán. Pero los que tengan una vida más satisfactoria serán los que consigan aprender a refinar, cada vez con más detalle, los mapas con los que trabajan.
Pero vamos por partes, que antes de correr hay que aprender a andar. ¿A qué hago alusión con el ejemplo de las gafas o del mapa? La PNL tiene un interesante modelo para explicarlo.
El caso es que nacemos con el "disco duro" prácticamente vacío, pero si observamos a un niño de unos pocos meses podremos observar que éste trata de coger y tocar todo lo que está a su alcance, y que nada más que puede moverse un poco (como actualmente empieza a hacer mi niña) intenta alcanzar todo tipo de objetos entre los que divisa. El niño es, durante esos primeros años, una "esponja" que está constantemente aprendiendo de lo que observa y experimenta, y sobre todo, de las interpretaciones que hace de lo que experimenta. Estas interpretaciones, como intenté mostrar en la última entrada, dependerán de la experiencia, de su propio temperamento, y también de cómo haya sido guido en la experiencia por los adultos. Y no olvidemos que la comprensión de un niño de nuestro complejo mundo es muy limitada, simplificándolo todo obligatoriamente y poniéndose a él y a sus padres como centro de toda la existencia.
Es en estas tempranas edades (desde el nacimiento hasta los siete años principalmente) que todos nosotros vamos acumulando un aprendizaje que conformará finalmente nuestra personalidad, la cual a su vez determinará como interpretamos lo que nos pasa y por tanto, nuestra forma de actuar ante ello. Estos aprendizajes se pueden clasificar en varios niveles, y según donde se sitúen, tanto más pueden influir en nuestras vidas.
Así, podemos aprender simples reglas de convivencia o saber estar; también podemos acumular aprendizajes sobre cómo funcionan determinados mecanismos (una puerta se abre con una manilla, pero un ascensor se llama apretando un botón, por ejemplo). Podemos también aprender habilidades un poco más complejas, como conducir un coche, lo que conlleva una práctica prolongada, o usar un ordenador en todas sus capacidades (unos cuantos elegidos), y otras muchas. Pero a partir de ahí nos podemos encontrar con aprendizajes mucho más determinantes en nuestra vida ¿Y a qué aprendizajes me refiero? Pues creencias sobre cómo funciona el mundo y las personas, por ejemplo.
En efecto, creencias inconscientes sobre si el mundo es peligroso o no, sobre si se debe o no confiar en las personas, sobre lo que está bien o mal o sobre lo que debemos hacer o no para ser queridos. Todas estas creencias marcarán fuertemente nuestra personalidad y nuestros comportamientos, pero de entre ellas, destacan las creencias que versan sobre lo que es importante para nosotros (a un nivel inconsciente, las maneras de comportarse que nos aseguran ser queridos y sobrevivir), es decir, los valores. Los valores, a su vez, influirán de forma determinante sobre la formación de nuevas creencias a cerca de la realidad.
Por encima están creencias sobre lo que creemos “que somos” o sobre “como somos” (este es el llamado nivel de la identidad). Por ejemplo, si somos dignos de cariño o no, si somos personas exitosas o mediocres, si somos torpes o ágiles, etc. Las creencias a este nivel determinaran fuertemente nuestra percepción de la realidad, ya que nuestra percepción buscará confirmar en el entorno aquello que creemos. Si alguien se considera torpe, obviará todas aquellas veces que fue ágil y espabilado y sin embargo exclamará abatido cuando se caiga “¡pero qué torpe soy! ¡Siempre me pasa igual!”. Las creencias a este nivel determinarán, a su vez, aquellas sobre lo que es importante para nosotros, priorizando  aquellos valores que encajen con nuestra identidad.

Finalmente, y en la cúspide de la pirámide, están las creencias sobre el sentido de nuestra existencia. El hecho de pensar que estamos “aquí” para ejecutar algún tipo de misión o de ofrecer algún servicio valioso a los demás (lo que llamaremos el “nivel del sentido” o “transpersonal”, en el sentido de que nos conecta con algo por encima de nosotros mismos) determinará prácticamente toda nuestra vida influyendo poderosamente en todos los demás niveles. No todo el mundo conecta con este nivel, pero es muy fácil reconocer a aquellos que sí están conectados con él, ya que suelen mostrar una enorme energía en sus proyectos e incluso pueden realizar poderosos sacrificios personales en pos de cumplir la misión que tienen encomendada. Son un ejemplo de esto todas aquellas personas anónimas que real y verdaderamente  disfruten y se motiven con un trabajo de servicio a los demás, así como también  podríamos citar algunos ejemplos más famosos como el de Nelson Mandela, Gandhi, o la Madre Teresa de Calcuta. También os diré que es fácil conectar con este nivel cuando uno encuentra algo que se le dé bien, que le guste y que de alguna forma produzca una beneficio importante para los demás. Cuando uno encuentra en los demás ese agradecimiento por realizar lo que le apasiona y para lo cual tiene talento, es probable que se conecte con este nivel.

Pues bien, todos estos niveles conformarán los mapas individuales que nos ayudarán a interpretar y movernos por el mundo o si lo preferís, graduarán las gafas que nos permitan ver con más o menos claridad lo que está a nuestro alrededor. En todo caso espero que os deis cuenta de cómo todos estos niveles se encuentran entrelazados y como influirán de forma determinante en nuestra percepción y en nuestro comportamiento. Las consecuencias de esto son, por un lado, que es prácticamente imposible que dos personas distintas vean el mundo de una forma totalmente igual, y por otro, que las posibilidades de cambiar algunos comportamientos sin tener en cuenta las creencias de superior nivel, son prácticamente nulas o están condenadas finalmente al fracaso.
 Pero esto, queridos amigos, es ya otra historia……..

Cuentan que un anciano rey decidió un día que debía, antes de morir, dejar un último legado a sus súbditos. He aquí que decidió entonces mostrarles a sus súbditos el máximo de conocimiento y sabiduría para que pudieran tomar las mejores decisiones en sus vidas y ser así felices. Entonces, decidió convocar a todos los sabios del reino y les hizo el siguiente encargo. Les pidió que sin dilación recopilaran todo su conocimiento   y lo transcribieran a un libro que pudiera mostrar a sus súbditos para que estos fueran sabios y felices.
Después de tres años de intenso trabajo, los sabios aparecieron con todo su conocimiento, recopilado en varios tomos de miles de páginas cada uno. El rey se dio cuenta entonces, que su gente no podría manejar tal volumen de conocimiento y se quejó amargamente:
- No puede ser. La verdadera sabiduría no puede ocupar tanto, nadie podría abarcarla. Es necesario que resumáis todo esto y lo reduzcáis lo máximo posible.
Otro año más tarde los sabios volvieron a junto del rey, esta vez con un único tomo. El rey, desolado, comprobó que el conocimiento y la sabiduría de sus sabios era todavía inabarcable para la mayoría de sus súbditos:
-Sin duda, la verdadera realidad de las cosas debe ser algo más sencillo, comprensiva para todos los hombres. Seguid trabajando hasta que consigáis traducir la esencia de vuestro conocimiento a unas pocas páginas.
Finalmente, cuando los sabios llevaban ya otro año de trabajo intenso y habían reducido el recipiente de su conocimiento a unas cuantas páginas, uno de ellos reclamó la atención de los demás y les anunció que había encontrado la forma de reducir toda la sabiduría a una única palabra. Después de discutirlo un momento, todos estuvieron de acuerdo y fueron a mostrárselo al rey.
-Al fin, mi señor, hemos conseguido reducir toda la sabiduría, la verdadera realidad de las cosas, a una palabra tan solo- le dijeron a la vez que se la mostraban.
El rey sonrío por fin complacido, ya que verdaderamente, en aquella palabra, estaba resumida la auténtica sabiduría. La palabra que sus sabios le entregaban y que mostraría a todo el mundo la verdadera  realidad de las cosas  no podía ser otra que ......




.....quizás.

Bueno, espero vuestros comentarios, y que me ayudéis a completar la visión de lo aquí expuesto, ya que.......... quizás no tenga toda la razón.

Un abrazo.

4 comentarios:

  1. Estimado Jorge:
    Desde luego y siguiendo con tu razonamiento, no es que quizás no tengas toda la razón, sólo tienes "tú" razón o, si lo prefieres, tu parte de razón, aquella que surge de tu forma de entender la vida y lo que te rodea. Ni mejor ni peor que la de cualquier otro, sencillamente distinta y, por mucho que te esfuerces, incompleta. Y desde luego, no seré yo quien ponga en duda el papel tan importante de nuestra infancia en la adquisición de la personalidad. Probablemente, ese alargamiento del periodo de infancia (que parece tender casi infinito en estos tiempos), esa época soberbia de permeabilidad a todo, sea la característica más importante de nuestra evolución cultural. Pero, como hemos discutido tantas veces, no creo que salgamos de fábrica con el disco duro prácticamente vacío. Al menos está formateado y ese formato ya es diferente de unos a otros. Dicho de otra manera, todos aprendemos de la misma forma a abrir una puerta pero esas "creencias de cómo funciona el mundo y las personas" no las adquirimos de la misma manera. Y no sólo porque tengamos experiencias distintas sino, y cada vez estoy más convencido, porque ya venimos condicionados de forma congénita. Para la mayor parte de los caracteres complejos se ha podido demostrar la existencia de una componente genética más o menos importante, no veo por qué la personalidad va a quedar al margen. Y eso en lo que más me cuesta asumir de los planteamientos de la PNL. Para mí no es como tú dices, "que las posibilidades de cambiar algunos comportamientos sin tener en cuenta las creencias de superior nivel, son prácticamente nulas o están condenadas finalmente al fracaso" es que muchas veces, aun teniendo en cuenta esas creencias soy escéptico sobre las posibilidades de cambio, precisamente porque hay más detrás de esos comportamientos que las creencias y ese más ya está escrito en nuestros genes y "quizás" no se pueda cambiar. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Querido Porras,

    Como siempre, creo que tienes tu parte de razón. Enfatizo mucho la importancia de lo adquirido porque es la parte que "puede ser diferente". En lo genético, como no podemos cambiarlo, no me meto, pero admito que una parte de nuestra personalidad o carácter tenga que ver con estos condicionantes. Creo que los psicólogos llaman "temperamento" a esta carga genética que condiciona parte de nuestro comportamiento. Pero supongo que hay diferencia entre condicionar y ser determinante. Y aquí se podría poner el ejemplo de un terreno más o menos fértil donde se plantan dos semillas distintas. Según como cuides cada semilla, aunque el terreno sea el mismo, el resultado será distinto. Y aún con terrenos menos favorables puede que el resultado sea mejor si los cuidados (abonos, agua, etc) son los apropiados. El terreno es un condicionante, pero no es determinante. En todo caso, no puedo cambiar el terreno, pero los cuidados si pueden ser distintos. Si quieres, podemos decir que nuestros mapas tendrán que ver con como se interpretan, desde nuestros condicionantes genéticos, lo que experimentamos. Ahora bien, "creo" que menosprecias el poder de nuestros experiencias y aprendizajes en la formación de nuestra personalidad, ya que yo he experimentado como se puede rastrear fácilmente el origen de muchos comportamientos en las distintas situaciones y entornos de la propia infancia. Y es al conocer el origen adapatativo, pero ineficaz en la edad adulta, de algunas creencias y estrategias aprendidas, que se producen cambios importantes en el comportamiento de las personas, que tienden a buscar lo mejor para sí mismas. Así que el cambio es posible, pero el problema, como he planteado en algún otro post, es que tendemos a hacernos rígidos en nuestras creencias, ya que, en nuestra limitada capacidad de atención, buscamos confirmarlas y esto las hace cada vez más inflexibles. Por eso el cambio es difícil. Por eso, y porque nos da miedo cambiar. De hecho, si una estrategia fue escogida porque la creíamos importante para sobrevivir, inconscientemente tendemos a creer que existe un auténtico peligro en no hacer las cosas de ese modo elegido. Por eso es difícil cambiar. Por eso, "quizás", le des tanta importancia a la genética, porque en el miedo al cambio, nos justificamos en que no es posible cambiar, y así nos mantenemos en nuestra zona cómoda, con las herramientas de siempre que sabemos utilizar sin pensar si quiera. Pero eso implica que no habrá aprendizaje, ni adaptación, ni mejora, ni flexibilidad y que estamos condenados a obtener resultados insatisfactorios en nuestras vidas, en nuestras relaciones, con nuestros hijos, en nuestro trabajo, etc.
    Te lo aseguro, Porras, lo que hace más difícil el cambio, el es propia miedo a cambiar.
    Gracias por tus comentarios. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Estimado Jorge:
    Lejos de mi intención menospreciar el poder de las experencias personales en el desarrollo de la personalidad. Simplemente que no creo que sea tan sencillo establecer una relación de causa-efecto entre una determinada personalidad actual y ciertas experiencias concretas que ha "sufrido" esa persona en el pasado; y lo dejas muy claro en tu ejemplo de las semillas. Hablas de plantar dos semillas distintas en un terreno más o menos fértil y de que según como cuides esas semillas el resultado será distinto. Y eso es cierto, pero no es toda la verdad y ahí es donde os equivocáis recurrentemente. Con ese experimento no puedes disociar todos los componentes que afectan al crecimiento por la sencilla razón de que las dos semillas, como bien dices, son distintas. Para estar seguro de que lo único que está afectando de forma diferencial al crecimiento son los distintos cuidados tienes que asegurarte que las demás variables del problema son iguales. Si las dos semillas son genéticamente distintas ¿cómo sabes que las diferencias en crecimiento se deben a tus cuidados diferentes o bien a que son genéticamente distintas y, por tanto, con una potencialidad de crecimiento diferente? Y eso es lo que ocurre con los estudios en humanos. ¿Cómo puedes estar seguro de que la personalidad de hoy se debe a las experiencias del pasado y no a lo que llamas "temperamento" que no es más que la carga genética con que nos han regalado nuestros padres? O dicho de otra manera, y esta es la expresión matemática correcta: ¿cuánto de las diferencias que observas en personalidad entre personas distintas se debe a diferencias genéticas y cuánto a diferencias ambientales (entendiendo por ello todo lo que no es genético, como la experiencias individuales)? Analizando cada persona individualmente no puedes inferir ninguna conclusión, para ello tendrías que hacer volver a vivir a esa misma persona en experiencias distintas a las primeras y ver si realmente se observa un cambio significativo. Y, a día de hoy, es un experimento un tanto complicado. La otra opción es usar individuos genéticamente idénticos, para tener aislada esa variable, y los únicos humanos que entran en esa categoría son los gemelos monocigóticos (los gemelos idénticos). Estos comparten el 100% de sus genes. Si consigues separarlos al nacer y criarlos en ambientes diferentes, con experiencias distintas, entonces podrás inferir algún resultado concluyente. Y, como sabrás, existen estudios similares con gemelos separados (no al nacer que sería lo ideal) como consecuencia de guerras. El problema es que son pocos casos y los resultados para muchos caracteres estudiados no son muy claros. Existen otros métodos indirectos más complejos pero todo lo demás cae cerca de la especulación. Claro que tenemos miedo al cambio, y quizás hasta sea razonable tenerlo porque la evolución cultural ha ido tan rápido que no podemos en dos días cambiar miles de años de adaptación. Pero tampoco creo que sea razonable empeñarnos en buscar las causas de nuestra personalidad siempre y únicamente en las experiencias pasadas. ¿No puede ser otra estrategia para no enfrentarnos a la realidad? ¿No será que "quizás" más que causas muchas veces buscamos justificaciones?. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Tengo que agradecer otra vez tus comentarios tan inteligentes y argumentados, ya que me hacen pensar más allá de lo habitual, eso sí, para acabar todavía más convencido de lo que digo.
    Antes que nada me gustaría señalar que estamos haciendo lo típico de muchas discusiones; ambos decimos "reconozco que la genética/experiencias pasadas tienen influencia pero no toda",y es que ninguno de los dos dice que únicamente su factor "elegido" sea el único, por lo que realmente decimos estar de acuerdo. Eso sí, luego nos empeñamos en marcar las diferencias, que en realidad no son grandes.

    Una vez dicho esto, te digo que desde luego si hablo de la influencia del pasado en nuestra personalidad no es para buscar justificaciones. Precisamente lo que digo es que al basar nuestra personalidad en estrategias inconscientes heredadas del pasado, ésta puede cambiar al reconocer dichas estrategias como incorrectas y buscar otras más correctas para vivir en el presente. Esto lo he experimentado personalmente y lo he visto en bastantes otras personas con las que trato. No es nada difícil rastrear los orígenes de determinados comportamientos y rasgos de nuestra personalidad en el pasado y cuando esto se hace, suele haber un cambio en la misma al empezar a utilizar estrategias más coherentes con el "aquí y ahora".
    En cambio, si fundamentamos el origen de nuestro comportamiento en lo genético, entiendo que entonces esa personalidad sería invariable,lo que, como te digo, no es lo que yo he experimentado.
    Así, cuando hablo de la influencia del pasado en nuestra personalidad hablo precisamente de que no debemos buscar justificaciones en el mismo y que tenemos toda la "responsabilidad" de cambiar para tener una vida más feliz e influir positivamente en los que nos rodean.

    Un abrazo

    ResponderEliminar