"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









sábado, 25 de abril de 2015

TAN SÓLO UNA JARRA DE VINO

Érase una vez un rey cuyo reino se llamaba Uvilandia.. Era un reino próspero, donde habitaban quince mil familias nada menos, y todas ellas, sin excepción, vivían del fruto de sus viñedos. Estos daban un vino de una excelente calidad que se exportaba a otros países, lo que proporcionaba unos buenos ingresos a los habitantes del país, y les permitía pagar los impuestos que el monarca reclamaba para hacer de Uvilandia un buen sitio para vivir.


El monarca, justo y comprensivo, pensó después de varios años de prosperidad, que podía realmente rebajar los impuestos para que los habitantes del reino pudieran disfrutar de la mayor parte de su dinero. Así, dispuso que cada familia del país tan sólo tendrían que aportan al estado un litro de su mejor vino, de manera que se juntarían en una gran garrafa quince mil litros de un vino de gran calidad, cuya venta proporcionaría los ingresos suficientes para los gastos del monarca, y de los demás servicios públicos.

La idea fue acogida con gran entusiasmo por los súbditos, contentos por la rebaja de impuestos, y alardeaban de ser, cada uno de ellos, quienes proporcionarían el mejor vino para el enorme tonel.

Pero e aquí, que llegado el gran día, y después de derramarse los quince mil litros de vino en el gran tonel,, llegó el momento de probar el vino, que se suponía de gran calidad. El rey se dispuso a saborear tan delicioso caldo, pero cuando llevó el líquido a la boca, no dio crédito a lo que estaba sintiendo Aquello no parecía vino, ni bueno, ni malo, sino que parecía simplemente agua. ¿que había pasado? se preguntó, que extraña magia era aquella?. Enseguida mandó llamar a los sabios de su consejo, y les preguntó que extraña reacción era aquella, que había convertido, al mezclarse, los más deliciosos vinos en agua, pura agua.
Pero entonces, el sabió mas anciano se adelanto de entre todos ellos y de forma serena le explicó al rey:

Ninguna extraña reacción, ni ningún maravilloso prodigio, mi señor. Sólamente nos encontramos, una vez más, ante un ejemplo de la mezquindad de las personas de este y otros reinos. Un litro tan sólo habías pedido, mi señor, de su mejor vino a sus súbiditos para pagar los impuestos, pero aunque en público daban muestras de alegría y de aprobación, en secreto aún pensaban en la manera de ahorrarse tal pago. Y entonces cada uno de tus súbidtos ha pensado, entre quince mil litros de vino, uno de agua no se notará, pero lo que esperaba  ninguno de ellos era que ...



...todos hubieran pensado lo mismo



"Sé  tú el cambio que quieres para el mundo "
Mahatma Gandhi

No creo que haya habido una sola semana en estos últimos años de terrible crisis económica que no me haya acordado de este revelador cuento que Jorge Bucay nos contaba en su espléndido "Déjame que te cuente". Y me acordaba cada vez que oía (muy a menudo, por cierto) a cualquiera de mis indignados conciudadanos maldecir a los políticos, banqueros, especuladores y todos aquellos corruptos sin escrúpulos que nos habían llevado a tal situación. Pero me acordaba porque poco antes de empezar esta época oscura de la historia española,  veía a aquellos  que maldecían a los especuladores que dominan los mercados financieros, tratando de hacerse ricos comprando pisos que vendían antes de escriturar después de dar tan sólo una señal y ganar un buen pellizco; y veía a aquellos que se quejaban de que los ricos se llevan el dinero fuera para no pagar a Hacienda, haciendo todo lo posible por no pagar el iva de las facturas del electricista que le hacía la ñapa en casa; y veía a  aquel que lincharía al político corrupto que metía la mano en la caja pirateando el wifi de su vecino o bajarse por internet las películas que aún no se han estrenado en el cine;  y también veía a muchos de los que se quejaban de como nuestros gobiernos se habían endeudado tanto que ahora tenían que hacer tantos recortes, asumiendo importantes deudas con el fin de igualar a su vecino en su tren de vida.

Y cierto será, sin duda, que todos aquellos a los que señalamos tienen su parte de culpa, pero mucho que no dejan de ser el reflejo de los valores que están presentes en muchos de los españoles de a pie, y que sin darnos cuenta, vamos transmitiendo inconscientemente a nuestros hijos. Porque estoy seguro de que si no hubieran sido esos, hubieran sido otros. Por cada uno de ellos que no estuviera, habría otros cinco deseando tener su puesto para hacer lo mismo, Y si alguien no me cree, me verá obligado a citar ese maravillosos experimento sociológico que ha sido el caso de las llamadas tarjetas black de Cajamadrid. En efecto, me puedo imaginar perfectamente el caso con el siguiente enunciado:

Investigadores de la universidad de sociología deciden reunir en el consejo de administración de una importante caja de ahorros a distintos individuos de muy distinta procedencia, nivel económico e ideas políticas. Se les da a todos ellos una tarjeta asociada a la Caja y se les dice que pueden utilizarla para todo tipo de gastos de índole personal de forma ilimitada e incontrolada. Esto además, se hace de forma continuada a todos aquellos que se van incorporando a dicho consejo de administración durante el tiempo que dura el estudio, es decir unos quince años. Pasados estos años se comprueba quien se ha negado a utilizar dicha tarjeta y quien no, ¿Y qué es lo que se demuestra? Que los de derechas la utilizan; que los de izquierdas también la utilizan; que los sindicalistas la utilizan y que los representantes de la patronal también. La utilizan tanto lo que tienen más dinero como los que  tienen menos, y por mucho que se sigan haciendo distinciones, no hay diferencias. Y si de, digamos, cincuenta personas de distintas procedencias apenas hubo uno o dos que no la utilizaron, no me puedo creer que el resto de los cuarenta millones de españoles que llevamos unos meses indignándonos con el caso hubiéramos hecho algo distinto. No señor, porque mucho me temo que  los valores en la sociedad española están muy confundidos y que mucho de nosotros, en mayor o menor medida, nos hemos dejado llevar por una situación de alegría y despilfarro en una situación económica engañosa que pensábamos no se iba a acabar nunca.

E insisto tanto en todo esto para que aprendamos de los errores, ya que como dice el famoso aforismo, quien no aprende de sus errores está condenado a repetirlos. Y sólo hay aprendizaje si asumimos como nuestra la responsabilidad de cambiar los valores que nos han llevado a esta situación. Porque, y ahí va de forma clara y concisa el tema de esta entrada, no podemos esconder, como estamos acostumbrados a hacer, nuestra responsabilidad individual detrás de un supuesto comportamiento colectivo que no controlamos, porque tal comportamiento colectivo no existe como un ente único, sino que es formado por la suma de los comportamientos individuales de cada uno de nosotros. Y cuando no comprendemos eso, nos pasa lo que a los ciudadanos de nuestro cuento, que de forma mezquina y egoísta piensan que su insignificante falta no se va notar entre tantos litros de vino que se va a derramar en la jarra. Pero con lo que no cuenta el ignorante vecino es que seguramente lo ha visto otro vecino, aún más mezquino y egoísta si cabe, que en vez de pensar en hacer verle su error o denunciarle, piensa que el vecino no puede ser más listo que él y que por tanto debe hacer lo mismo. Sí, ese creo que ha sido el comportamiento de muchísimos españoles, que después de escamotear un litro de vino, se quejan de que ha habido otros que han escamoteado dos.

Y ahora, en vez de asumir nuestra responsabilidad, nos dedicamos a quejarnos y a exigir cambios a los demás pensando que eso no va con nosotros, que son los políticos los que tienen que cambiar esto.
Pues yo digo bien alto al que me quiera escuchar que si queremos cambiar las cosas no es cuestión de votar a partidos políticos con nombres distintos a los tradicionales, porque el poder atraerá a los corruptos como miel a las moscas, sino de empezar a comportarnos de una manera más ética, generosa y participativa y de ser un ejemplo de valores para nuestros hijos para que éstos no sea en el futuro como esos políticos de los que ahora tanto nos quejamos. Y bien sé que muchos de vosotros se estará preguntando: "Ya, ¿pero no será una pérdida de tiempo que yo cambie si los demás no están dispuestos a cambiar?". Pues yo os contestaré, como es de recibo, con una última historia...


Érase en un lugar muy lejano que vivía un hombre muy sabio. Todos los días, al despuntar el sol, salía a pasear por la orilla del mar.
Aquel día pasó algo que consiguió llamarle poderosamente la atención. Había una bellísima y frágil muchacha que iba andando por la arena, de vez en cuando observó que la niña se agachaba a coger algo de la arena, y que inmediatamente lo devolvía a la mar. Intrigado viendo esta escena repetirse día tras día, decidió acercarse y ver qué era lo que con tanto afán aquella niña lanzaba al mar todas las mañanas hacía ya tanto tiempo.
Conforme se aproximaba a la muchacha, comprobaba como verdaderamente era de una belleza tan extraordinaria que más bien parecía un ángel. Observó con asombro que lo que la niña devolvía eran estrellas de mar que las olas habían arrastrado a la orilla.
-¿Por qué devuelves al mar las estrellas que arrastran las olas?
La niña respondió con una voz tan dulce y tan bella como jamás había escuchado:
-Es que si no las devuelvo pronto, cuando el sol esté más alto, con su calor las secará y morirán.
-¿Pero no ves la inutilidad de lo que haces? En estas orillas la mar arrastra miles de estrellas, y tú empleas tu tiempo en algo tan absurdo… Nunca podrás salvar salvo a unas pocas y no supondrá diferencia alguna
La niña miró al sabio con sus ojos de color violeta, sostuvo unos momentos su mirada y con una leve expresión de extrañeza y volviendo a su tarea, cogió una nueva estrella y la lanzó con fuerza al mar diciendo:
-Para ésta,...

... sí supondrá una gran diferencia.

Si me permitís, amigos, os diré que sé que con esta entrada no cambiaré el mundo ni a la sociedad española, pero quizá para algunos de vosotros, pueda suponer una gran diferencia.

Un fuerte abrazo