"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









domingo, 20 de noviembre de 2011

Si no fueras exactamente como eres.....

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros . Una de las vasijas tenía varias grietas mientras la otra era perfecta. La perfecta conservaba toda su agua en el trayecto desde el arroyo hasta el hogar de su patrón, pero la de las grietas, sin embargo, apenas si conservaba la mitad. 
Y así fue durante varios años, lo que llenaba de orgullo a la vasija perfecta y avergonzaba a la agrietada. Un día, ésta, que sentía que ya no podía más, se atrevió a hablarle a su patrón: 
"Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas sólo puedo entregarte la mitad del agua y sólo obtienes la mitad del valor que debías recibir".
El aguador, entonces, la miró compasivamente y le pidió que en el próximo viaje se fijase en las hermosas flores que crecían a lo largo del camino. Así lo hizo la tinaja, que miraba complacida las flores cuya belleza hasta ese momento le había pasado desapercibida, pues siempre iba muy preocupada por derramar la menor cantidad de agua posible.
Llegaron así al final del trayecto, y la vasija, aunque maravillada por lo que había observado, volvió a sentirse triste y culpable porque otra vez había derramado una gran cantidad de agua. Entonces, el aguador le dijo:
No estés triste, ¿no te has fijado que las flores sólo crecen a tu lado del camino?. Durante estos años he ido sembrando semillas de flores a lo largo del camino, y tú, todos los días, has ido derramando encima de ellas el agua necesaria para que crezcan y florezcan tan espléndidas como hoy las has podido observar. Así, gracias a tí, yo he podido recoger esas flores para alegrar la casa y decorar el altar en la Iglesia. 
"Pero  si no fueras exactamente como eres, jamás hubiera sido posible crear esa belleza. Así que deja de lamentarte y regocíjate en tus imperfecciones, porqué son ellas las que te hacen única y especial".

Después de aquellas palabras, jamás volvió a avergonzarse la vasija agrietada durante los trayectos desde el arroyo, pues sabía que su misión era ahora otra, y que esa sí, la hacía a la perfección.


De entre todos los cuentos que conozco y que uso a menudo para ilustrar nuevas formas de ver lo que nos pasa, reconozco que éste es, sin duda, uno de mis favoritos. Y lo es porque sirve para ilustrar multitud de situaciones a través de la metáfora de la vasija agrietada.


Así, este cuento es apto para contárselo a aquellos que no se estiman lo suficiente, o a aquellos que siempre están comparándose con los demás (para salir perdiendo, por supuesto); para aquellos padres o jefes que se quejan de los defectos de sus hijos/colaboradores y que no saben ver sus virtudes; también para ilustrar el trabajo en equipo (fortalecido a través de potenciar las virtudes de los distintos miembros del mismo) o para hablar del desarrollo de personas ("trata a una persona como es y eso es lo que obtendrás; trata a una persona como lo que puede llegar a ser y obtendrás a la persona que puede ser").

Para todos estos casos sirve este cuento, y es que en él está presente uno (quizá el más importante) de los principios básicos del desarrollo y del bienestar personal, la aceptación.
Hoy me gustaría centrarme en la primera situación, la de aquellos que no se estiman lo suficiente, ya que últimamente me ha tocado hablar mucho de autoestima, y es que además, el que suscribe fue uno de ellos, y todavía hoy tiene alguna debilidad al respecto. Pero ¿cómo llega un niño a convertirse en un adulto de este tipo?

Bien, el adulto tipo "vasija" es lo que en Análisis Transaccional se definiría como un "yo estoy mal, tú estas bien", es decir, una persona que no se cree valiosa ni digna de aprecio, que considera  a los demás dignos de confianza, pero sin embargo no cree que el pueda ayudar a nadie; que siempre juzga a los demás mejores que él, y dado que no se atribuye "brillo" ninguno, decide que necesita estar cerca de los demás para tener algo de luz en su vida. Es una persona dependiente, que trata de ayudar a los demás, pero con el fin de que se lo devuelvan, lo que nunca ocurre en la misma proporción que ella espera, y lo que provoca todavía mayor  desesperación y necesidad. Es este un retrato algo extremo, pero espero que sirva para identificar y entender(nos) a estas personas.

Pues bien, estas personas "eligen" esta personalidad porque es el reflejo que obtienen de los juicios y actitudes de sus figuras paternas de referencia. Quiero decir, que un niño pequeño no se aplica juicios de valor a sí mismo, si no que va aprendiendo a juzgarse y a valorarse en función de los juicios y valoraciones que los demás hacen de él. Y no sólo verbalmente, sino desde muy pequeño y con todo tipo de actitudes de los padres aprende si es digno de cariño o no, si tiene valor por si mismo o no. Además, puede aprender las estrategias vitales de alguno de sus progenitores (en función del rol que le toca jugar en la totalidad de la familia) como puede ser la "victimista", tan propia de estas personas. Así, se va formando una identidad y un sentido de valor personal que limitará, de forma importante, la capacidad de ser feliz del individuo.

Y es que una vez "decidida" la poca valía de uno mismo, todo a su alrededor parecerá confirmárselo. Me gustaría recordar aquí otras entradas anteriores, donde hablaba de PNL y ATENCIÓN. En efecto, como recordaréis, nuestra capacidad de atención es limitada y está notablemente sesgada por lo que de antemano esperamos encontrar en la realidad. De hecho, no podemos re-conocer en la realidad aquello que no conocemos, y es por eso que si no hemos recibido muestras de cariño y reconocimiento de niño, obviaremos las muestras del mismo posteriormente; y es por eso que si hemos recibido juicios severos sobre nuestra valía, eso es lo que reconoceremos en nuestra vida. Así se desarrolla todo un sistema de refuerzo donde cada vez más, vamos confirmando nuestra idea de poca valía e inferioridad.

Y es aquí donde vuelvo a enlazar esta disertación con la imagen de la vasija ¿imperfecta?, ya que estas personas tienden (tendemos) a reconocer fácilmente sus ¿defectos? y a obviar, con la misma facilidad, sus ¿virtudes?. 
Habréis notado que pongo esas palabras entre signos de interrogación y es que son palabras con una carga de juicio importante, ¡y precisamente en este post quiero huir del dichoso juicio! Creo sinceramente que cuando hablamos de personas, debemos ser conscientes de que ninguno de nosotros es perfecto, y por supuesto, me parece temerario tachar a nadie de imperfecto. Sin embargo, muchas veces olvidamos lo primero cuando vamos juzgando duramente a los demás. Si tuviéramos presentes la famosa frase de Jesucristo "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra", dejaríamos de juzgar gratuitamente al resto de personas  y se despertaría en nosotros un mayor grado de comprensión y compasión.

Y en cuanto a lo de los defectos y virtudes, creo mucho más en hablar de cualidades o características ¿Y por qué?, pues porque estas palabras no implican juicio alguno, y sin embargo, son monedas con dos caras. Quiero decir, que según el fin que queramos conseguir y según donde pongamos la atención, catalogaremos dichas características de virtudes o defectos. Así, la vasija era defectuosa para llevar el agua, pero era estupenda para regar las flores; entonces, ¿la grieta era un imperfección o una bendición?. Lo único cierto es que la vasija tiene una grita, y todo lo demás, está en la mente del que juzga. Así, muchos niños creen convertirse en adultos defectuosos y de poco valor, porque la atención de alguien (y a la larga la suya propia)  ha convertido constantemente sus cualidades en defectos, lo que perpetúa los sentimientos negativos de esas personas; sin embargo, no acceden a comprender como esas mísmas características aprovechadas de otra forma son las que le llevan a destacar en otra actividad.

 De esta forma, podemos observar como alguien con un alta sensibilidad hacia los demás puede desarrollar un gran trabajo en actividades de ayuda, y sin embargo ser un mal negociador, precisamente por tener demasiado en cuenta los sentimientos de los demás. Otros menos aptos para reconocer los sentimientos de los demás pueden hacer daño con facilidad, pero sin embargo, son excelentes cuando hay que tomar decisiones difíciles, pero necesarias para el bien común Y así podemos poner un montón de ejemplos.

Lo paradójico del juicio es que se hace para cambiar las cosas, pero sin embargo, produce lo contrario, porque fija la atención y predispone a las personas a seguir viendo lo mismo que fue calificadado como negativo. Al definir a a alguien como bueno o malo, en nosotros queda un prejuicio que nos llevará a encontrar con facilidad nuevos defectos y ninguna virtud, y en señalar de forma continuada el camino que queda por recorrer en vez de celebrar el camino recorrido.

Así que os invito desde aquí a empezar a aceptar sin juicio vuestras caraterísticas y las de los demás, comprender que en todos nosotros hay un gran potencial  que está esperando a ser dirigido hacia el sitio adecuado, y que nuestro sentimiento de valía debe ser independiente de las opiniones de los demás. Cada uno de nosotros somos personas totalmente únicas y nuestro valor debe ser incondicional; y seamos gordos o delgados, altos o guapos, más o menos inteligentes, directivos  o amas de casa; todos nosotros tenemos, ya no el derecho, sino la obligación, de ser lo más felices posible.
 Y para recordaros el peligro de juzgar a los demás desde nuestra incompleta perspectiva, os regalo esta historia:    

Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos. Durante toda su vida el águila hizo lo mismo que hacían los pollos, pensando que era uno de ellos. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, piaba y cacareaba. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, igual que los pollos. Después de todo, ¿no era así como vuelan los pollos?Pasaron los años y el águila envejeció. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas                      alas doradas.
La vieja águila miraba asombrada hacia arriba. ¿qué es eso?, preguntó a una gallina que estaba junto a ella. "Es el águila, la reina de las aves. Pero no pienses más en ella. Tú y yo somos diferentes".
De manera que el águila no volvió a pensar en ello, y murió creyendo que era una gallina de corral. 



A buen entendedor, pocas palabras bastan. Espero que vosotros no seáis (ni hacia vosotros mismos ni hacia los demás) como la gallina que decía "no pienses más en ella, tu y yo somos diferentes".

Un abrazo

Para seguir profundizando:

Tus zonas erróneas. Wayne W. Dyer
La brújula interior. Alex Rovira
La inutilidad del sufrimiento. Mª Jesús Álava Reyes

miércoles, 5 de octubre de 2011

Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa (II)

Decía en la anterior entrada que una vez planteada mi hipótesis sobre  como se origina y funciona el sentimiento de culpa sería fácil explicar como éste genera sentimientos de baja autoestima y numerosos conflictos. Así es, el sentimiento de culpa puede parecer que proporciona algún beneficio a corto plazo, pero veremos que a largo plazo es muy perjudicial para las relaciones, el aprendizaje y la madurez de las personas; y es que es perjudicial tanto para la madurez de la persona que se culpa como para la persona que la induce, que no se permite aprender y utilizar otros mecanismos que le permitan influir en los demás de una forma más "sana".

Pero vayamos paso a paso. Decía que la culpa se origina en un juicio de un persona externa y que el niño, impotente para generar una acción reparadora se autoimpone una penitencia con la que contentar a su progenitor. Así, para poder controlar la conducta del niño, se busca que este se infrinja un daño, proporcionando así un mecanismo automático de control. "Si quieres evitar mi juicio y por tanto el dolor, haz lo que quiero", o, "te juzgo primero, te hago sentir dolor y luego te digo como puedes dejar de sentirlo (si haces lo que yo quiero)". Hasta aquí, fantástico; parece un mecanismo simple y muy útil para controlar el comportamiento del niño . Pero como veremos, tiene fallos, porque el niño (y el niño que se convierte en adulto) puede desarrollar otras estrategias para evitar el dolor.

Por un lado, puede acabar revelándose.Sí, porque de alguna forma el culpado se da cuenta de lo injusto que es que otra persona le juzgue y le haga sentir mal para poder controlar su comportamiento, por lo que, cansado de dicho dolor, acaba revelándose contra el culpador, que además, acostumbrado a tener razón, no comprenderá dicho comportamiento y lo atribuirá al espíritu rebelde y conflictivo del rebelado. Este seguramente es el esquema de aquellos hijos que durante mucho tiempo van aceptando a regañadientes los juicios severos de los padres, hasta que al llegar a una edad determinada no sólo empiezan a dejar de obedecer a los padres, sino que más bien buscan los comportamientos contrarios. El problema se atribuirá normalmente al muchacho/a y sin embargo, el problema estará en el juicio y la no aceptación del progenitor. Como antes avisaba, aquí está la fuente de muchos conflictos, tanto entre padres e hijos, como en parejas y entre trabajadores de las mismas empresas.

En otros casos, el hijo que conoce el juicio severo de la figura de referencia puede evitar el sentimiento de culpa de otra forma más sútil que sin embargo, tiene también nefastos resultados a largo plazo para la autoestima del  individuo. Me explico, el juicio y el enfado viene del "debería haberse comportado de otra forma", así que una forma de evitar el enfado es el atribuirse la incapacidad  y la no posibilidad de comportarse de esa otra forma. Es decir, el niño dirá algo así como "es verdad, lo siento, soy un estúpido, soy un torpe", atribuyéndose unas características negativas, permanentes e incapacitantes, para así convertir el juicio en compasión. Esta estrategia puede funcionar a corto plazo para evitar el enfado de la figura de referencia (esta es una estrategia muy conocida para mí y puedo asegurar que funciona) pero es terrible a largo plazo ya que el niño se va cosntruyendo su identidad con esas características negativas, que se irán reforzando ante cualquier error o resultado no deseado que obtenga en su vida. Así finalmente, obtendremos un adulto que cuando se enfrente a pequeños fracasos, juicios, enfados de otras personas u obstáculos en su vida, utilizará las estrategia de la huida y el bloqueo. Lo triste es que, cuando uno es niño, quizá despierte la compasión de sus padres y estos le protejan, pero en la vida adulta lo más probable es que esta estrategia se traduzca en una sucesión de fracasos y abandonos que le imposibilitarán el alcanzar cualquier buen propósito que se proponga.

Y decía que la culpa es el gran enemigo del aprendizaje porque para que haya aprendizaje necesita haber reflexión e investigación sobre lo que ha pasado, que ha ido mal y porqué, y para eso, no puede estar presente el dolor. Como decimos, el dolor de la culpa es válido para  alguien que quiera decirte lo que tienes que hacer, no para que tú explores que es lo que ha pasado y puedas elegir entonces la opción que más te convenga o creas más adecuada. Así,  hay quien relaciona: error implica culpa, que a su vez implica dolor. Y entonces decide que para evitar el dolor no debe admitir ningún error. Es entonces que se pueden dar distintas estrategias para esto, y que se ven con mucha facilidad en las empresas; a saber:

  • El "yo no he sido". Antes siquiera de saber de que ha pasado, ya va por delante que el no estaba allí y que tuvo que ser otra persona.
  • "La culpa fue de fulanito". Estos siempre buscan un chivo expiatorio.
  • "Si yo lo hice, pero sabes que lo que pasa? que ..... " . En estos casos, siempre hay una buena razón en el entorno que no le ha dejado ninguna oportunidad de comportarse de otra forma.
  • "Si, yo lo hice, pero tú también...". En este caso, uno admite que lo ha hecho mal, pero si consigue atribuir a los demás otros fallos similares, piensa que el juicio sobre el no puede ser tan severo.


Y todos estos mecanismos serán muy útiles para no sentir culpa y no sentir dolor, pero este miedo  a la culpa lleva a estas personas a no aceptar errores, a no buscar el feedback constructivo, y en definitiva, a distorsionar la realidad para que esta muestre siempre un perfecto comportamiento, lo que a la larga imposibilitará cualquier aprendizaje, mejora o cambio adaptativo. Las personas que utilizan estas estrategias con asiduidad acabarán tachadas como "imposibles" y "rígidas" y sus jefes, amigos o parejas tenderán a alejarse de ellas, ya que la convivencia con las mismas se hará muy difícil.

Estas personas, por tanto, no suelen conseguir sus objetivos (no hay retroalimentación que aliente el cambio positivo y el progreso), y tienden a considerarse injustamente tratadas por el resto de personas, por lo que en su vida fácilmente aparecerán ciertas dosis de frustación y resentimiento.



Hasta aquí, lo prometido para esta entrada, explicar como la culpa acaba generando conflictos y sentimientos de baja autoestima, pero el tema todavía da para más, así que prometo otra entrada sobre el tema.
Para acabar me gustaría indicar por tanto que la culpa no es ni mucho menos, un buen mecanismo para ayudar a cambiar a las personas, y por el contrario, es con la aceptación y el no juicio cuando las personas pueden sentirse alentados a cambiar. Para ilustrarlo,termino con una vieja historia Zen...

Una noche, mientras el maestro zen Shichiri Kojun estaba recitando sutras, entró un ladrón armado con una afilada espada y le exigió el dinero o la vida. Shichiri, sin inmutarse, le respondió:
- No me molestes, por favor, estoy meditando. Puedes encontrar el dinero en este cajón- y acto seguido siguió recitando sutras.
Sin embargo, poco después se detuvo y le dijo:
-  Espera, mañana tengo que pagar unos impuestos, así que, por favor, no te lo lleves todo.
El intruso, sorprendido, decidió dejar una parte suficiente para los impuestos del anciano, y recogió el resto. Cuando ya se disponía a marchar,Shichiri volvió a hablar:
-Cuando te hacen un regalo deberías dar las gracias- sugirió.
El hombre,  extrañado, pero de alguna forma impresionado  por el comportamiento del maestro zen, le dio las gracias y se marchó.
Unos días más tarde, atraparon al ladrón, quien confesó, entre otros,  el delito contra Shichiri. Cuando llamaron a éste como testigo, sus palabras fueron las siguientes:

-En lo que a mí respecta, este hombre no es un ladrón. Yo le dí el dinero y él me dio las gracias. Nada tengo en contra de él.

Cuentan que entonces el ladrón se conmovió tanto por la generosidad y la compasión del maestro que desde ese mismo momento se convirtió en su más fiel  discípulo.

Aunque parezca algo exagerada esta historia, creo que es perfectamente posible. Quien sepa algo de psicología sabrá que alguien que esté siendo juzgado severamente de forma continua y que se acostumbra a no recibir ningún reconocimiento o aprobación por su comportamiento, muy probablemente acabe incorporando a su identidad la idea de que sólo le queda comportarse de acuerdo a ese juicio negativo para ser visible a los demás.. En este caso, el ladrón, que acaba dedicándose a la actividad delictiva como consecuencia de tales influencias, podría ver roto su esquema del mundo y de su identidad cuando una persona decide no juzgarle y se muestra tan generoso con él.

¿No me creéis?. Pues os desafío a que busquéis a una personas o un comportamiento que normalmente juzgueis duramente y que empecéis a darle lo contrario a lo que está acostumbrado, es decir, aceptación,  reconocimiento y confianza en que lo puede hacer mejor. Podéis estar seguros de que como mínimo, obtendréis mejores resultados que con el método que hasta ahora estabais aplicando.

¿OS ATREVÉIS?

Para seguir profundizando:

sábado, 3 de septiembre de 2011

"Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa"

Una niñita de tres años se empeña en llevar un vaso de leche de la cocina a la salita. El padre, que teme que se le caiga, le advierte que no lo haga, pero aún así, y sin tiempo de impedírselo, la niña se lanza a cumplir con su propósito. 
Efectivamente, el padre tenía razón en sus temores, y la niña tropieza de forma que  el vaso acaba cayéndose de las manos de ésta y se rompe sobre la alfombra nueva y recién estrenada. La niña, que se ha llevado un buen golpe, llora asustada. ¿Qué siente el padre ante este hecho?, ¿cómo lo interpreta? y ¿qué hace con todo ello?.

Una respuesta empática, y a mi modo de ver apropiada, sería interpretarlo como un accidente involuntario fruto de las ganas de la niña de sentirse capaz y seguir madurando, con lo cual el padre acude a consolarla y luego razona con ella sobre lo apropiado o no de su conducta y aprovecha para convertirlo en una experiencia de aprendizaje. Luego, piensa sobre la mejor forma de limpiar y reparar la alfombra, proyecto en el cual, si puede, involucrará a la niña.

Una respuesta apropiada,desde luego, pero ......¿Será la habitual? 
Me temo que no.
La respuesta a la que estamos acostumbrados, y con la que nos educaron la mayoría de nuestros padres, sería la siguiente:


¿Pero que haces?, ¡serás torpe y desobediente!.¡Siempre haces igual!(todo esto mientras le grita colérico y le da dos buenos azotes o incluso dos bofetones). Con lo que costó la alfombra, y era nuevecita. ¡Ahora mismo a la habitación!, ¡y no hay juguetes en una semana!. ¡A ver si aprendes a obedecer así!
La niña, así reprendida, se va a la habitación llorando por que se ha hecho daño, porque su papá no la quiere y  porque se siente torpe. Y además, se siente tan culpable.......

Hace poco volvía a ver en un libro (Coaching y PNL, de Vincens Olivé) una idea que ya antes había escuchado de otras fuentes; que en España, a diferencia de los países anglosajones, el feed back negativo (o crítica constructiva) no era, en general, bien recibida. Y entonces me puse a pensar porque será que  en España no aceptamos bien esa crítica que se supone tan beneficiosa para nosotros ya que nos ayuda a mejorar y obtener mejores resultados (por lo menos, en la teoría). Y pensando y pensando llegué a mi propia conclusión; "la culpa es de la culpa", si me permitís el juego de palabras.

Y es que no hay que olvidar que en este país la educación ha estado dirigida durante más de cincuenta años por una forma de iglesia católica rancia y conservadora que ejercía de instrumento de manipulación y control al servicio de una férrea dictadura, y que la iglesia siempre ha utilizado con gran maestría el sentimiento de culpa para mantener el poder y el control sobre las personas . No hay más que pensar en el título de la entrada que sin duda todos reconoceréis como parte de una "muy conocida" oración que le enseñamos a los niños desde muy pequeños, o en la obsesiva referencia al infierno como castigo eterno para aquellos que no se arrepienten (es decir, los que no se sienten culpables cuando ellos querían). ¿y a santo de qué uno nace ya con un pecado original, y por tanto con una deuda que tiene que pagar para no ir a dicho infierno?
Así que creo que esta forma de educar, que viene de siglos atrás, y que tiene que ver con el control, la manipulación y el miedo al castigo, ha calado hondo en los países católicos y más en España donde la educación en todo ese tiempo fue marcadamente conservadora y estaba destinada a mantener el status quo reinante.

Fijaros en el ejemplo del principio, ¿Cómo  alguien que haya sido educado de la segunda forma, va a reconocer un error para poder mejorar, si lo que aprendió es que cuando cometía un error le pegaban, castigaban, le juzgaban severamente y, lo peor de todo en esos primeros años, parecía perder momentáneamente el amor de sus padres?. Cuando uno asocia desde pequeño tales consecuencias al  error, tiene que aprender distintas estrategias para escapar de las mismas, y así oímos esos "la culpa fue del otro", "sí, yo lo hice, pero es que no se pudo hacer de otra forma porque.....", o "sí, yo lo hice, pero tú también has hecho....".

Pero es que además, tendemos a reproducir las estrategias que nos son familiares y muchos de nosotros también juzgamos severamente para hacer "sentir mal" al otro y que así se comporte como es debido, (es decir, como nosotros queremos).

Pero vamos por partes, ¿cómo nace ese sentimiento de culpa?. En general, todas las emociones tienen una finalidad, en el caso de la culpa (que es un sentimiento incómodo y doloroso) es el de sentirnos mal cuando hacemos algo incorrecto (algo así como un castigo) y entonces así, la próxima vez lo cambiaremos para no volver a  sufrir ese dolor. Sin embargo, al nivel de desarrollo del ser humano esto me suena a desfasado y me parece poco útil.

La culpa responde así  a un esquema muy primitivo de educación muy parecido al que utilizamos con las mascotas cuando les pegamos para que sepan que no pueden hacer sus necesidades en casa. Pero en mi opinión, si la culpa aparece después de hacer algo incorrecto, debe ser porque anteriormente no sabíamos de la  incorrección de la acción (posiblemente porque desconocíamos las consecuencias), con lo cual no sirve para evitar acciones incorrectas ¡cuando sabemos que son incorrectas no las hacemos y punto! Y el sentirnos mal no evita las consecuencias de la acción. Si tiene que ver con hacer daño a alguien, creo que la empatía y la compasión son suficientemente motivadoras para tomar nota de nuestras acciones y, sobre todo, ¡intentar aprender de ellas!

Por tanto, el sentimiento de culpa no es muy útil para uno mismo. ¿Pero, entonces, para quién es útil?, pues para quien quiere moldear nuestro comportamiento. Como decíamos antes, la culpa surge cuando se juzga que se ha hecho algo incorrecto, pero ¿quién es el que juzga lo que es correcto o incorrecto?, pues nuestras figuras de autoridad, los padres, los profesores, las figuras religiosas  o cualesquiera personas que nos digan como "deben" ser nuestras acciones.

Pero volvamos a como nace, en mi opinión el sentimiento de culpa. El sentimiento de culpa nace siempre por la percepción de un juicio, ya sea explicito o implícito; me explico, explícito cuando se nos dice textualmente como "deberíamos" comportarnos e implícito cuando alguien, como en el ejemplo del principio, se enfada con  nosotros (si tiene derecho a enfadarse debe ser porque entiende que nuestra obligación era comportarnos de otra manera, y además, le hemos perjudicado de alguna forma). Entonces, si una figura de referencia (es decir, alguien que de alguna forma es importante para nuestra supervivencia cuando somos niños pequeños) se enfada y se muestra dolido con nosotros ¿qué podemos hacer?. Pues en mi opinión se genera en el niño una  inmediata y fuerte intención de acción con el fin de reparar el mal, pero casi en todos los casos esto no es posible, con lo cual el niño se queda con una energía de acción que no sabe canalizar, aderezada además con la emoción de la violencia (o sea el enfado) de la figura de referencia. Es entonces cuando el niño decide que no puede hacer otra cosa para contentar al adulto que pagar una  "penitencia" (un concepto muy cristiano) y dirigir la violencia hacia sí mismo. 


Y así empieza a quedar registrado este mecanismo de dolor ante lo incorrecto (no lo olvidemos, de acuerdo al juicio de otro), que el adulto no dudará en aprovechar para educar al niño, y como todos los niños se convierten en adultos algún día, y este mecanismo sigue grabado en nuestro disco duro, se seguirá utilizando por adultos contra otros adultos para "educar" como a cada uno de nosotros nos interese". Además, como fue un mecanismo que en su momento "creímos" útil para nuestra supervivencia, lo seguimos repitiendo incluso cuando falta la figura real de autoridad y somos dolorosamente críticos con nosotros mismos.

Y a partir de aquí me es fácil explicar entonces porque el sentimiento de culpa es el gran enemigo del aprendizaje y porque produce numerosos conflictos y personas con poca autoestima. Pero esto, lo dejo para la próxima entrada....

Para seguir profundizando:

De la Autoestima al Egoismo - Jorge Bucay

martes, 9 de agosto de 2011

DESDE LUEGO, ¡QUÉ DESAGRADECIDA ES LA GENTE!


Un hombre que tiene problemas en la vista decide visitar a un oculista. Después de escuchar brevemente su queja, el oculista se saca sus gafas y se las entrega.

-Póngase éstas -le dice- Yo he usado este par de gafas durante diez años y realmente me han sido muy útiles. Tengo otro par en casa, así que puede quedarse con ellas.
El hombre se las pone, pero su problema parece agravarse.
-¡Esto es horrible!-exclama el hombre- ¡No vea nada!
-Pero, ¡no puede ser que no le valgan! A mí me han dado un resultado estupendo estos diez años. Inténtelo con más empeño, por favor.
-Lo pongo, pero por más que lo intento, no veo nada. Lo siento.
-¿Pero qué pasa con usted? Piense positivamente, que es usted un negativo. Está usted a la defensiva.
-Lo siento, pero yo, positivamente, no veo nada.
-¡Vaya ingratitud!-le increpa el oculista- Intento ayudarle, le cedo mis propias gafas y usted se empeña en no ver nada. ¡Salga de mi consulta inmediatamente!  Desde luego,….

........¡QUE DESAGRADECIDA ES LA GENTE!

Hace tiempo que leí este ejemplo relacionado con la empatía y me pareció, además de divertido, muy ilustrativo. A todo el mundo le parecerá obvio que al hombre que va al oculista no le van a servir las gafas del mismo, y le resultará fácil entender que no va a ser una cuestión de empeño el que vea mejor o no, si no que más bien será un problema de que las gafas que utilice se adapten o no a su problema.
En este caso tenemos dos personas distintas que, lógicamente, no ven igual con las mismas gafas. Y es que las gafas son un instrumento que sirve para distorsionar la realidad, sirviendo a unos pero perjudicando a otros según sea su punto de partida. Y es con esta metáfora de las gafas que me gustaría seguir diseccionando el tema del anterior post.
En efecto, presenciando la diferente manera que cada uno de nosotros tiene de mirar e interpretar la realidad, pudiera parecer que lleváramos encima un par de gafas de distinta graduación que nos impidiera percibir de la misma forma las cosas que nos rodean.
Y así es, en efecto. En la última entrada intenté mostrar, espero que con un mínimo éxito al menos, como se forma la graduación de dichos lentes y como luego nos influirá a la hora medir la distancia de las cosas que está  a nuestro alrededor. Como pudimos ver, nuestra incapacidad para prestar la misma atención a todo lo que nos rodea y la interpretación (más o menos acertada) que hacemos de nuestra experiencia son los determinantes para que, poco a poco, y desde muy temprana edad, cada uno de nosotros vaya desarrollando una graduación única en sus gafas, que por tanto le harán ver de una forma, única también, el mundo.
En la PNL en concreto, se utiliza la metáfora, muy acertada por cierto, del mapa. Los mapas nos sirven de guía y referencia para movernos con soltura por territorios poco conocidos gracias a una simplificación de la realidad del territorio. Así, nos resulta más fácil movernos por una ciudad que no conocemos si tenemos un callejero, o mejor aún, un GPS; o gracias al mapa del metro sabemos perfectamente donde estamos, que líneas tenemos que coger y a donde nos llevan. Es decir, los mapas nos sirven de ayuda para guiarnos y cuanto más detallado sea el mapa más útil nos será el mismo. Hasta aquí todos de acuerdo. Pero, ¿y si os digo que constantemente estamos utilizando mapas? ¿Acaso no utilizamos como guía nuestros anteriores aprendizajes y experiencias? ¿Sabría un indígena del amazonas sin contacto anterior con nuestra cultura qué  hacer si lo dejáramos de repente en medio de una gran ciudad? Y si nos dejaran a nosotros solos en medio del amazonas ¿se nos ocurriría que hacer? Desde luego, tanto en un caso como en el otro, nuestra imposibilidad para utilizar nuestro aprendizaje anterior, nos dejaría en grandes dificultades para conseguir satisfacer las más pequeñas necesidades.
Así es, necesitamos esos mapas (aprendizajes) porque no podemos estar constantemente aprendiéndolo todo, sintiéndonos desorientados cada vez que volvemos a pasar por las mismas dificultades. Así que utilizamos lo que hayamos aprendido antes, ya sea de nuestra propia experiencia o de los aprendizajes y conocimientos que nos hayan transmitido nuestras personas de referencia.
Es con este ejemplo que quería mostraros como constantemente utilizamos referencias para interpretar y poder manejarnos en el medio en el que vivimos (extremadamente complejo si lo comparamos con el que han tenido que lidiar los humanos en los últimos miles de años). Esta complejidad es la que hace cada vez más necesario el reconocer que mapas utilizamos y aprender a perfeccionarlos, dándonos cuenta de que no son, ni mucho menos, perfectos, y que además, nunca lo serán. Pero los que tengan una vida más satisfactoria serán los que consigan aprender a refinar, cada vez con más detalle, los mapas con los que trabajan.
Pero vamos por partes, que antes de correr hay que aprender a andar. ¿A qué hago alusión con el ejemplo de las gafas o del mapa? La PNL tiene un interesante modelo para explicarlo.
El caso es que nacemos con el "disco duro" prácticamente vacío, pero si observamos a un niño de unos pocos meses podremos observar que éste trata de coger y tocar todo lo que está a su alcance, y que nada más que puede moverse un poco (como actualmente empieza a hacer mi niña) intenta alcanzar todo tipo de objetos entre los que divisa. El niño es, durante esos primeros años, una "esponja" que está constantemente aprendiendo de lo que observa y experimenta, y sobre todo, de las interpretaciones que hace de lo que experimenta. Estas interpretaciones, como intenté mostrar en la última entrada, dependerán de la experiencia, de su propio temperamento, y también de cómo haya sido guido en la experiencia por los adultos. Y no olvidemos que la comprensión de un niño de nuestro complejo mundo es muy limitada, simplificándolo todo obligatoriamente y poniéndose a él y a sus padres como centro de toda la existencia.
Es en estas tempranas edades (desde el nacimiento hasta los siete años principalmente) que todos nosotros vamos acumulando un aprendizaje que conformará finalmente nuestra personalidad, la cual a su vez determinará como interpretamos lo que nos pasa y por tanto, nuestra forma de actuar ante ello. Estos aprendizajes se pueden clasificar en varios niveles, y según donde se sitúen, tanto más pueden influir en nuestras vidas.
Así, podemos aprender simples reglas de convivencia o saber estar; también podemos acumular aprendizajes sobre cómo funcionan determinados mecanismos (una puerta se abre con una manilla, pero un ascensor se llama apretando un botón, por ejemplo). Podemos también aprender habilidades un poco más complejas, como conducir un coche, lo que conlleva una práctica prolongada, o usar un ordenador en todas sus capacidades (unos cuantos elegidos), y otras muchas. Pero a partir de ahí nos podemos encontrar con aprendizajes mucho más determinantes en nuestra vida ¿Y a qué aprendizajes me refiero? Pues creencias sobre cómo funciona el mundo y las personas, por ejemplo.
En efecto, creencias inconscientes sobre si el mundo es peligroso o no, sobre si se debe o no confiar en las personas, sobre lo que está bien o mal o sobre lo que debemos hacer o no para ser queridos. Todas estas creencias marcarán fuertemente nuestra personalidad y nuestros comportamientos, pero de entre ellas, destacan las creencias que versan sobre lo que es importante para nosotros (a un nivel inconsciente, las maneras de comportarse que nos aseguran ser queridos y sobrevivir), es decir, los valores. Los valores, a su vez, influirán de forma determinante sobre la formación de nuevas creencias a cerca de la realidad.
Por encima están creencias sobre lo que creemos “que somos” o sobre “como somos” (este es el llamado nivel de la identidad). Por ejemplo, si somos dignos de cariño o no, si somos personas exitosas o mediocres, si somos torpes o ágiles, etc. Las creencias a este nivel determinaran fuertemente nuestra percepción de la realidad, ya que nuestra percepción buscará confirmar en el entorno aquello que creemos. Si alguien se considera torpe, obviará todas aquellas veces que fue ágil y espabilado y sin embargo exclamará abatido cuando se caiga “¡pero qué torpe soy! ¡Siempre me pasa igual!”. Las creencias a este nivel determinarán, a su vez, aquellas sobre lo que es importante para nosotros, priorizando  aquellos valores que encajen con nuestra identidad.

Finalmente, y en la cúspide de la pirámide, están las creencias sobre el sentido de nuestra existencia. El hecho de pensar que estamos “aquí” para ejecutar algún tipo de misión o de ofrecer algún servicio valioso a los demás (lo que llamaremos el “nivel del sentido” o “transpersonal”, en el sentido de que nos conecta con algo por encima de nosotros mismos) determinará prácticamente toda nuestra vida influyendo poderosamente en todos los demás niveles. No todo el mundo conecta con este nivel, pero es muy fácil reconocer a aquellos que sí están conectados con él, ya que suelen mostrar una enorme energía en sus proyectos e incluso pueden realizar poderosos sacrificios personales en pos de cumplir la misión que tienen encomendada. Son un ejemplo de esto todas aquellas personas anónimas que real y verdaderamente  disfruten y se motiven con un trabajo de servicio a los demás, así como también  podríamos citar algunos ejemplos más famosos como el de Nelson Mandela, Gandhi, o la Madre Teresa de Calcuta. También os diré que es fácil conectar con este nivel cuando uno encuentra algo que se le dé bien, que le guste y que de alguna forma produzca una beneficio importante para los demás. Cuando uno encuentra en los demás ese agradecimiento por realizar lo que le apasiona y para lo cual tiene talento, es probable que se conecte con este nivel.

Pues bien, todos estos niveles conformarán los mapas individuales que nos ayudarán a interpretar y movernos por el mundo o si lo preferís, graduarán las gafas que nos permitan ver con más o menos claridad lo que está a nuestro alrededor. En todo caso espero que os deis cuenta de cómo todos estos niveles se encuentran entrelazados y como influirán de forma determinante en nuestra percepción y en nuestro comportamiento. Las consecuencias de esto son, por un lado, que es prácticamente imposible que dos personas distintas vean el mundo de una forma totalmente igual, y por otro, que las posibilidades de cambiar algunos comportamientos sin tener en cuenta las creencias de superior nivel, son prácticamente nulas o están condenadas finalmente al fracaso.
 Pero esto, queridos amigos, es ya otra historia……..

Cuentan que un anciano rey decidió un día que debía, antes de morir, dejar un último legado a sus súbditos. He aquí que decidió entonces mostrarles a sus súbditos el máximo de conocimiento y sabiduría para que pudieran tomar las mejores decisiones en sus vidas y ser así felices. Entonces, decidió convocar a todos los sabios del reino y les hizo el siguiente encargo. Les pidió que sin dilación recopilaran todo su conocimiento   y lo transcribieran a un libro que pudiera mostrar a sus súbditos para que estos fueran sabios y felices.
Después de tres años de intenso trabajo, los sabios aparecieron con todo su conocimiento, recopilado en varios tomos de miles de páginas cada uno. El rey se dio cuenta entonces, que su gente no podría manejar tal volumen de conocimiento y se quejó amargamente:
- No puede ser. La verdadera sabiduría no puede ocupar tanto, nadie podría abarcarla. Es necesario que resumáis todo esto y lo reduzcáis lo máximo posible.
Otro año más tarde los sabios volvieron a junto del rey, esta vez con un único tomo. El rey, desolado, comprobó que el conocimiento y la sabiduría de sus sabios era todavía inabarcable para la mayoría de sus súbditos:
-Sin duda, la verdadera realidad de las cosas debe ser algo más sencillo, comprensiva para todos los hombres. Seguid trabajando hasta que consigáis traducir la esencia de vuestro conocimiento a unas pocas páginas.
Finalmente, cuando los sabios llevaban ya otro año de trabajo intenso y habían reducido el recipiente de su conocimiento a unas cuantas páginas, uno de ellos reclamó la atención de los demás y les anunció que había encontrado la forma de reducir toda la sabiduría a una única palabra. Después de discutirlo un momento, todos estuvieron de acuerdo y fueron a mostrárselo al rey.
-Al fin, mi señor, hemos conseguido reducir toda la sabiduría, la verdadera realidad de las cosas, a una palabra tan solo- le dijeron a la vez que se la mostraban.
El rey sonrío por fin complacido, ya que verdaderamente, en aquella palabra, estaba resumida la auténtica sabiduría. La palabra que sus sabios le entregaban y que mostraría a todo el mundo la verdadera  realidad de las cosas  no podía ser otra que ......




.....quizás.

Bueno, espero vuestros comentarios, y que me ayudéis a completar la visión de lo aquí expuesto, ya que.......... quizás no tenga toda la razón.

Un abrazo.

martes, 12 de julio de 2011

Querido Porras.....

No sé que pasa, que tengo dificultades para escribir comentarios desde mi ordenador, pero los comentarios tan mágníficos de mi querido "Porras" no pueden quedar sin contestación. Así que no me duelen prendas si tengo que dedicarle una entrada a la contestación a los mismos; de hecho, espero que esto sirva de reconocimiento (algún día hablaré de la importancia del mismo) a sus irónicos y deliciosos comentarios, que sin duda, enriquecen el blog.

Como no puede ser de otra forma, te digo que ¡tienes razón en todo lo que dices!. Magnífica la película, y sin duda debe serlo la novela (aunque en este caso no la haya leído-joder, parezco Sofía Mazagatos, opinando sobre un libro que no he leído-)

Como dices, no es posible captar conscientemente todo lo que pasa a nuestro alrededor ni procesar toda la información que captan nuestros sentidos; así que como nuestro disco duro no da para todo, debemos escoger lo que es importante para nosotros captar. El problema es que esto pasa (en la mayoría de los casos) inconscientemente, y aunque no nos demos cuenta, este proceso inconsciente empieza siendo muy niños, por las cosas a las que damos importancia en esos momentos, y muchas veces influenciados conscientemente por nuestros padres (otras veces somos condicionados por ellos, pero sin saberlo).
Como tú dices, es nuestro deber advertir a nuestros hijos de los peligros, y desde luego, hará como tú en enseñarle a mi niña que debe tener cuidado con los coches, pero no todos percibimos como peligros las mismas cosas ni en la misma proporción, y lo que enseñamos algunas veces son miedos que limitan su percepción de la realidad y su libertad de elección. Así, tu ejemplo del coche está muy bien, pero es probable que no pienses lo mismo si te encuentras un padre que le dice, lleno de razón, a su hijo, que los nazis eran unos tíos estupendos o que con Franco se vivía mejor (seguramente, el que lo diga  sí vivía mejor).
Y en cuanto a lo de los cotillas, ciertamente es poco instructivo andar pendiente de lo que pasa a los demás si el fin es regodearse en las desgracias ajenas, malmeter y criticar. Sin embargo, es muy positivo andar con las orejas abiertas cuando se es curioso de aprender, de escuchar a los que saben más que tú y de conocer otras opiniones que te enriquezcan.

Lo que sí me extraña es que digas que se respira un aire de fracaso como especie cuando se lee mi blog (por el contrario, no me extraña que digas eso mismo cuando ves el debate de la nación o cualquier miting político). Algo no debo transmitir correctamente, por que lo que yo digo es lo contrario, que somos una especie con un potencial tremendo, pero con los humanos pasa lo que a mí con la Black Berry,(ésta trae un montón de funciones y yo sólo utilizo el colgar y el descolgar), que no somos capaces de aprovechar ese potencial porque no sabemos que lo tenemos, no sabemos utilizarlo o en algunos casos, no nos atrevemos.

El título del blog es TODO PUEDE SER DIFERENTE, porque no me conformo con esta situación y creo que puede estar mejor, que podemos aprovechar ese potencial para que el mundo sea un sitio donde uno esté orgulloso de vivir. Lo mío no es la crítica por la crítica, intento poner un poquito más de luz donde hay bastante oscuridad, pero también sé que no voy a cambiar el mundo. Como decía la Madre Teresa de Calcuta:

"Mi esfuerzo no es más que una gotita en el océano, pero si no lo hiciera, al oceano le faltaría esa gotita".

Gracias por tus comentarios, no dejes de asomar por aquí, que el blog es un poco más divertido.

Y espero que los demás se animen también a hacer más comentarios, que es lo que le da "vidilla" al blog.

Un abrazo a todos


domingo, 26 de junio de 2011

¿SABE QUE LE DIGO?.....¡ QUE TIENE USTED RAZÓN!

Habla una historia sufí de tres ancianos ciegos, que en su afán de conocer el mundo salieron de su pueblo para recorrer la India entera y conocer todas las maravillas que tan increíble país escondía.
Muchas cosas descubrieron con las que no habían tenido contacto antes, y a través de sus manos y sus oídos las conocieron y grabaron  en su memoria. Pero fue un día que en su deambular escucharon un estruendoso sonido que jamás habían oído antes, lo que de inmediato los asustó y paralizó. De repente, oyeron como una voz les preguntaba:
- ¿Qué os pasa, ancianos, nunca habíais escuchado antes el barruntar de un elefante? – les inquirió el conductor del animal.
-¿Un elefante? ¿Y eso qué es?, respondió el más anciano de los tres.
-Un elefante es un fabuloso animal que nos ayuda en muchos quehaceres diarios. Pero acercaros, y así podréis tocarlo y saber cómo es.
Así que los ciegos se acercaron uno a uno para tocar al animal y así poder conocerlo. Pero he aquí que el conductor   pensó en divertirse un rato a costa de los tres ciegos y fue dirigiendo las manos de cada uno de ellos a distintas partes del paquidermo. El primero de ellos, tocando una de las robustas patas, dijo:
-Los elefantes son como el tronco de un árbol, ancho y firme. Nada podría moverlo.
-Los elefante son flexibles y alargados, como una serpiente- dijo el segundo, al que el guía hizo tocar la trompa.
Finalmente, el tercero tocaba una oreja mientras les recriminaba a los otros:
-Os equivocáis. Los elefantes son cosas grandes y ásperas, anchas y extensas como una alfombra.
Los ciegos estaban desconcertados. No lograban ponerse de acuerdo sobre cómo eran los elefantes, y tanto discutieron que decidieron no seguir su camino juntos, marchando desde entonces por separado. Mientras, el guía no podía contener su risa, viendo el tremendo lío que  había originado a los tres ciegos al haber dirigido su atención a partes distintas de su animal……

Hace unos tres años ya que acudí por primera vez a un curso relacionado con la PNL, y recuerdo cuanto me costó explicarle a mi mujer  que era tal cosa, ya que ni yo mismo sabía muy bien en qué consistía tal disciplina. Al año siguiente, al repetir la experiencia, mi mujer tenía ya alguna idea de que se trataba, pero se encontraba en el mismo aprieto que yo cuando le decía a alguien que se quedaba  sola durante quince días porque su marido se iba a un curso. ¿Y de qué es el curso?, le preguntaban, a lo que mi mujer, después de sopesar la conveniencia de varias respuestas y quedarse bloqueada durante unos segundos, acababa respondiendo “pues de ventas, creo”.
Y es que no es nada fácil encontrar una definición rápida y que abarque todo lo que es la PNL, y que sea entendible para los profanos.
Así que no lo voy a intentar, pero sí creo que esta historia de los tres ciegos me puede ayudar a mostrar una de las principales utilidades de la PNL, y es que nos ayuda a entender como cada uno de nosotros se forma una representación única del mundo y de “su realidad” y por tanto, se comporta de una “forma única” también.
En efecto, en la historia podemos comprobar cómo cada uno de los ciegos dirige su atención a una parte distinta del animal, y al no poder verlo en su totalidad, su representación del animal es totalmente diferente. Al quedarse sólo con una parte del animal, lo que están haciendo los ciegos es OMITIR información relevante respecto de cómo es un elefante; además GENERALIZAN la información a través de una única experiencia (dicen “los elefantes” y no “este elefante”, presuponiendo que todos son iguales) y por tanto, su idea de lo que es dicho animal queda totalmente DISTORISIONADA.
Así, la “realidad” percibida por cada uno de los ciegos es totalmente distinta, pero ellos la defenderán hasta la muerte ya que está basada en “su experiencia” y en la información que recabaron a través de sus sentidos (limitados en este caso). Pero esto no es lo más grave. Lo más grave es que dada su experiencia limitada de la “realidad” no podrán reconocerla posteriormente. Y es que aunque la historia original haya terminado de la forma anteriormente expuesta, bien podría continuar así:
Y uno de los ciegos, el que había tocado la oreja del animal, fue el primero en volver a su pueblo y poder contar a sus vecinos las maravillas que había visto en su deambular. Y contaba que lo más magnífico que había conocido era un animal grande y áspero, ancho y extenso como una alfombra, que emitía además un estruendoso sonido que se podía escuchar a muchos kilómetros a la redonda. Y cuando era preguntado sobre las veces que había coincidido con dicho animal la respuesta era la siguiente:
-          Pues tengo que admitir que tan sólo otra vez más, a pesar de que escuché su bramido muchas otras veces. Unas veces, al tratar de acercarme a él me daba de bruces con algún árbol o columna poderosa; otras veces, sin embargo, no encontraba más que algún tubo flexible y hueco similar a una serpiente, pero nunca al elefante. Una vez, sin embargo, sí pude volver a palpar al animal, aunque en este caso, fue por casualidad, ya que no había escuchado su sonido característico  y me pareció su tacto ligeramente distinto.  (quizá habéis adivinado ya que lo que el ciego había tocado no era sino  ……¡una alfombra!)
Así que el ciego, en su limitada experiencia del mundo, ignoraba que lo que estaba tocando tantas veces eran partes del animal que buscaba, y que además, la única vez que creyó estar en contacto con él, en realidad estaba tocando algo distinto.
Y vosotros diréis, “ya, pero es que estos hombres estaban ciegos”. Pero es que, queridos amigos, ¡todo nosotros estamos parcialmente ciegos! Así es, nuestra capacidad de atención consciente es muy limitada y sólo captamos aquella información que inconscientemente consideramos más relevante, omitiendo todo lo demás. Un ejemplo; quien tenga hijos recordará que a partir de estar esperando un niño, de repente  y por arte de magia, empezó a ver mujeres embarazadas y  carritos por todas partes. ¿Dónde  estaban antes? nos hemos preguntado todos sin excepción.
Así que como decía antes, todos estamos un poco ciegos, y en nuestra ceguera vamos explicando el mundo sólo con lo que nos ha parecido alguna vez relevante. Y de esta forma nos vamos haciendo más rígidos en nuestra forma de ver el mundo, ya que nuestros primeros “mapas mentales” condicionan la interpretación de nuestras experiencias posteriores, de forma que nos dedicamos a ignorar la realidad que no concuerda con ellos o a distorsionarla para que se adapte a los mismos.
Esto lo vamos haciendo desde nuestra más tierna infancia, y además, dirigidos por nuestras figuras adultas de referencia (recordad como el guía influye en la percepción de los ciegos al dirigir su atención), que nos guían en nuestro conocer el mundo, intentando aportarnos reglas (generalizaciones y creencias) para que nos sea más fácil sobrevivir en él. Pero en muchas ocasiones, lo que consiguen es transmitirnos una información sesgada y limitada de la realidad, incluso sobre nuestra propia identidad, sobre lo que valemos, si somos o no dignos de cariño, si tenemos derecho a conseguir lo que queremos o si en cambio debemos resignarnos con lo que tenemos, todo lo cual puede dificultar nuestra vida sobremanera. Y esto va a influir de forma determinante en nuestra vida, ya que no seremos capaces de sacar nuestras propias conclusiones, si no que veremos el mundo de forma que se adapte a nuestra visión previa, convirtiéndonos, por tanto, en esclavos de la misma.
Dicho todo esto no es extraño que se originen entre personas, grupos o naciones, conflictos de todo tipo, muchas veces inexplicables e interminables, y por supuesto, muy dolorosos. Y es que, como hemos podido comprobar, la realidad es poliédrica, tiene varias caras, y sólo se perciben algunas de ellas desde cada punto de vista que utilizamos. Así que cuando alguien ve las cosas de forma distinta, en vez de empeñarnos en convencerle de que está equivocado, o enfadarnos con él, deberíamos más bien sentirnos afortunados, porque nos están dando una información valiosa que sin duda, puede enriquecer nuestra visión y ayudarnos a conocer la verdad de una forma un poco más completa (sólo un poco). De esta forma, con la humildad del que se sabe ciego y por tanto, no lo puede conocer todo, será más fácil comprender a los demás y acercarse al mundo de una forma más adecuada, dando lugar a una realidad holográfica, a una imagen formada por la conjunción de varios puntos de vista. En realidad, todo sería más fácil si nos preguntáramos:
-¿Desde qué punto de vista lo está mirando? ¿qué cara de la realidad está viendo que yo, por estar en el otro lado, no soy capaz de ver?
Y por supuesto, también deberíamos preguntarnos (aunque siempre después)
-¿cómo puedo hacerle ver mi punto de vista? ¿cómo puedo completar su visión con la cara que yo estoy viendo?
Si nos habituamos a hacernos estas preguntas cuando alguien no esté de acuerdo con nosotros, estaremos desarrollando sin duda la famosa “empatía” y nuestro paso por este mundo será más fácil y a la vez enriquecedor.
Y para que no se os olvide lo aquí comentado, os contaré un chiste que habla de esto mismo:
Había una pareja de recién casados que tras sus primeros meses de vida en pareja empezaron a discutir a menudo. Como la vida  juntos empezaba a ser insoportable, se decidieron a seguir el consejo de un buen amigo que les recomendó a acudir a junto de un sabio rabino que tenía fama de haber ayudado a muchas personas.
Así que fueron a verlo y a la pregunta del rabino de cuál era el problema, el marido empezó a criticar el comportamiento de su mujer. Comentó que su mujer no lo entendía, que se comportaba de forma poco razonable y que no le quería hacer caso cuando el opinaba sobre la mejor forma de resolver todo.
Después de escuchar al joven y de preguntarle por casos concretos le dijo:
¿Sabes, hijo mío? Creo que tienes toda la razón del mundo.
Ante esas palabras, la mujer se enojó muchísimo. Empezó a quejarse amargamente del comportamiento de su marido, de su irracionalidad, de lo testarudo que era, de que era un irresponsable y que era ella quien siempre, con su sano juico, lo arreglaba todo.
El rabino la escuchó con paciencia, y después de indagar en los ejemplos que ella le quiso contar le dijo:
-Querida hija, desde luego tienes toda la razón en tus demandas.
Ahora fueron los dos los que se enojaron y se quedaron perplejos. No podía ser, aquel hombre les daba la razón como tontos, primero a uno y luego a la otra. Así que el muchacho tomo la palabra y le espetó:
-Oiga usted. Nosotros venimos aquí para que nos aclarara sobre quién de los dos tiene la razón, pero usted, cuando yo he hablado, me dice que estoy acertado, y cuando habla mi mujer, conviene con ella en todo lo que dice. Esto no puede ser, los dos no podemos tener la razón, alguno deber ser el acertado.

A lo que el rabino, muy serenamente, y después de pensarlo muy detenidamente, le contestó.
-Pues ¿sabe que le digo, joven? que, sin duda, ………¡TIENE USTED RAZÓN!
Bueno, espero impacientemente vuestros comentarios, que necesariamente tendrán que llevarme la contraria si lo que queréis es enriquecer nuestra visión conjunta sobre el tema. En todo caso, pongáis lo que pongáis, os adelanto que  TENDRÉIS RAZÓN.
Un fuerte abrazo.

Para seguir profundizando: