[...] ¿Pero, por qué te has escondido? ¿Por qué no sales de ahí y vienes a nadar y volar con nosotros?- le dijo uno de los cisnes.
- Pues porque quiero estar escondido, donde nadie me vea. Soy muy feo y torpe, y todo el mundo se ríe de mí. Vosotros sois hermosos y ágiles y me daría mucha vergüenza estar al lado vuestra.
- Pero, ¿qué dices?- le interrumpió entonces otro de los cisnes- si eres un maravilloso ejemplar de cisne, tan hermoso y ágil como cualquiera de nosotros.
- ¿Un cisne, yo?, pero si tan solo soy un horrible pato. ¿Cómo dice eso?- respondió el patito feo mientras, sin darse cuenta, iba saliendo tímidamente de sus escondite.
- Pues porque eres un esbelto cisne, y uno de los más hermosos que haya visto, diría yo. Si no lo crees, sal aquí afuera y mira tu imagen reflejada en el agua. Verás que apenas hay diferencias entre nosotros.
Entonces nuestro amigo salió de entre las plantas y miró detenidamente su imagen en el agua. ¡Cuanto había cambiado! Y era cierto que no se parecía en nada a los patos que el conocía, y por el contrario, en nada desmerecía a los hermosos animales que tenía frente a él.
-Entonces..., todos estaban equivocados. Me comparaban con mis hermanos diciendo que era demasiado grande y torpe, que mis plumas no tenía color y que mi cuello era espantosamente alargado. Y...¡cuanto he sufrido yo con esas comparaciones!
-Pues deja ya de sufrir, pues nada tienes de que avergonzarte- le volvieron a interrumpir los cisnes- olvídate de todo lo que te hayan dicho y vente con nosotros, ya que quienes se reían de ti no hacían sino presumir de su ignorancia, y la fealdad de sus corazones les impedía ver la belleza que había en ti.
Seguramente todos vosotros habéis
reconocido el final del maravilloso cuento “El patito feo” que
me he permitido versionar libremente para la ocasión. Como en todos
los cuentos, la finalidad última de éstos no es entretener a los
niños, sino transmitir, de forma indirecta, mensajes importantes
para el aprendizaje de los mismos. Así, por ejemplo, tenemos el de "Caperucita Roja", que les transmite la necesidad de ser precavidos ante los extraños, o el de "Los tres cerditos", que les transmite el valor del esfuerzo.
Pues bien, en esta versión me he
permitido reforzar el mensaje final (para que fuera más evidente) que
subyace en este cuento, el hecho de que cada uno de nosotros tiene un
potencial maravilloso que no se debe limitar por la incapacidad de
los demás para verlo. Y es que este es un mensaje fundamental que ya
me gustaría que interiorizara bien adentro mi propia hija. Sin
embargo, observando como se deleitaba viendo en la televisión una
estupenda versión de dicho cuento, comprendí que difícilmente
podía una niña tan pequeña alcanzar a entender dicho mensaje, y
surgió en mi la descabellada idea de que quizás, por esta vez, no
fueran los niños los destinatarios de ese mensaje, sino que sabiendo
que, inexcusablemente, el cuento iba a ser contado a los niños por
sus amantes progenitores, el autor había tenido la retorcida idea de
hacerles llegar el mensaje a.... ¡estos últimos!
Porque, en efecto, no creo que el niño
pueda protegerse a su tierna edad de los múltiples juicios que desde
sus figuras de referencia llegan sin cesar, y no creo tampoco, que
los padres, por norma general, se den cuenta de como dichos juicios van
limitando, poco a poco, el potencial y la libertad de sus hijos.
Y habiendo hecho esta introducción, ya puedo
exponer sin tapujos la verdadera finalidad de este post; hablar ni
más ni menos que de la famosa “autoestima” y de como ésta se
construye, o mejor dicho, se destruye. Sí, habéis oído bien,
queridos amigos, porque según mi forma de verlo, lo que hacemos es destruir,
con nuestros juicios, la autoestima de nuestros hijos. Hace algún tiempo me enseñaron que las personas éramos como una bombilla que lleva
ya mucho tiempo funcionando y cuya superficie se ha ido cubriendo,
poco a poco, de polvo e impurezas que limitan su capacidad potencial de iluminar; y me pareció ésta una forma de
exponerlo de lo más acertado, ya que si observamos bien, los niños,
libres de la noción de juicio, de los términos bueno o malo y libres
todavía de los miedos aprendidos .... ¡son un maravilloso ejemplo de
una fabulosa autoestima¡
Y para prueba, un botón. ¿Alguien se
ha fijado quizá en como un niño aprende a andar? Si eso no es
ejemplo de notable autoestima, desde luego que nada lo es. Me
explico; un niño se fija en un modelo (los mayores), que saben hacer
una cosa muy bien (andar), algo que desde luego, parece muy alejado
de sus capacidades actuales, si bien parece muy divertido y útil.
¿Piensa quizá el niño que tal tarea no es posible para el? Pues no señores, ya que el niño, ni corto ni perezoso y sin dudarlo un momento, se lanza sin juicios a la noble tarea del aprendizaje del caminar bípedo. Pacientemente, va intentando ponerse de pie, buscando apoyos, y va, poco a poco, fortaleciendo los músculos implicados en tal disciplina. Le cuesta, pero no deja de intentarlo y se deleita comprobando que cada día avanza un poco, fijando su atención en el progreso y no en el camino que queda todavía por recorrer. Y cuando más o menos es capaz de tenerse de pie agarrado a algo, ¿que hace el muy atrevido? Pues va y se suelta, sin pensar en las consecuencias de de dicha acción, como es el caerse y hacerse daño. Y vaya si se cae, primero a plomo, y luego con cierto control, pero no por ello el niño se asusta y deja de intentarlo. No, el caerse es un paso necesario en el aprendizaje de la habilidad, debe pensar seguramente, y siguiendo con el método de ensayo y error, sigue aprendiendo y avanzando. Pero no es tonto, no señores, y como no le gusta hacerse daño, va limitando el daño aprendiendo a caer con cierto control.Y esto ya le permite pasar, con mayor seguridad a las siguientes fases, caminando cada vez con mayor equilibrio, hasta que es capaz, incluso, de correr.
Porque el niño, como habréis notado en esta descripción, ha determinado que en el aprendizaje de una tarea tan difícil no hay que ponerse grandes metas a largo plazo. No, es mucho mejor ir fijando pasos intermedios y centrar la atención en ellos reforzando la sensación de avance.
¿Y en todo este proceso el niño piensa “quizá no seré capaz”, o "puede que nunca lo consiga”, o “esto sólo es para los mayores”? Pues no, porque mucho me temo que todos esos límites son aprendidos a posteriori, cuando se inician en el lenguaje y aprenden estrategias defensivas que alguna recompensa les traen a corto plazo.
¿Piensa quizá el niño que tal tarea no es posible para el? Pues no señores, ya que el niño, ni corto ni perezoso y sin dudarlo un momento, se lanza sin juicios a la noble tarea del aprendizaje del caminar bípedo. Pacientemente, va intentando ponerse de pie, buscando apoyos, y va, poco a poco, fortaleciendo los músculos implicados en tal disciplina. Le cuesta, pero no deja de intentarlo y se deleita comprobando que cada día avanza un poco, fijando su atención en el progreso y no en el camino que queda todavía por recorrer. Y cuando más o menos es capaz de tenerse de pie agarrado a algo, ¿que hace el muy atrevido? Pues va y se suelta, sin pensar en las consecuencias de de dicha acción, como es el caerse y hacerse daño. Y vaya si se cae, primero a plomo, y luego con cierto control, pero no por ello el niño se asusta y deja de intentarlo. No, el caerse es un paso necesario en el aprendizaje de la habilidad, debe pensar seguramente, y siguiendo con el método de ensayo y error, sigue aprendiendo y avanzando. Pero no es tonto, no señores, y como no le gusta hacerse daño, va limitando el daño aprendiendo a caer con cierto control.Y esto ya le permite pasar, con mayor seguridad a las siguientes fases, caminando cada vez con mayor equilibrio, hasta que es capaz, incluso, de correr.
Porque el niño, como habréis notado en esta descripción, ha determinado que en el aprendizaje de una tarea tan difícil no hay que ponerse grandes metas a largo plazo. No, es mucho mejor ir fijando pasos intermedios y centrar la atención en ellos reforzando la sensación de avance.
¿Y en todo este proceso el niño piensa “quizá no seré capaz”, o "puede que nunca lo consiga”, o “esto sólo es para los mayores”? Pues no, porque mucho me temo que todos esos límites son aprendidos a posteriori, cuando se inician en el lenguaje y aprenden estrategias defensivas que alguna recompensa les traen a corto plazo.
Pero llegados aquí, quizá sea
interesante citar una sencilla definición de la autoestima, por
ahora, con el prudente término de provisional. En alguna parte he
visto la autoestima definida como la “valoración, positiva o negativa, que uno mismo
hace acerca de sus propias capacidades”, pero quizá sea más
ajustado decir que la autoestima de alguien es “la valoración, positiva o negativa, que otra persona ha hecho de sus propias capacidades y.. !que éste se ha
creido! Y un magnífico ejemplo de como se produce esto es el cuento
del patito feo. Efectivamente,un “potencialmente” bello y esbelto
cisne, es ridiculizado sin compasión por aves que lo juzgan desde la
ignorancia de sus propias limitaciones, y se utilizan a ellos mismos
como vara de medir, provocando que el pobre animalito reciba una
imagen de si mismo devaluada y distorsionada. Y suerte tiene nuestro
amiguito de poder reconocer en el agua y ante los cisnes, su bella
imagen y darse cuenta de que los juicios de los animales de la granja
sólo hablaban de su propia fealdad, aunque en este caso, más bien
de la de su alma.
Pero como esta entrada se va haciendo demasiado larga, me reservo la explicación de como todo esto se produce hasta el siguiente post.
Un abrazo
Para seguir profundizando:
Los seis pilares de la autoestima. Nathaniel Branden. Editorial Paidós Ibérica.
Un abrazo
Para seguir profundizando:
Los seis pilares de la autoestima. Nathaniel Branden. Editorial Paidós Ibérica.
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