"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









domingo, 4 de noviembre de 2018

El jardinero

Cuentan que una vez, en un pequeño pueblo, un joven entró en el bar y pidió permiso al dueño para hacer una llamada.
Al joven se le escuchó decir:
-¡Hola, buenas tardes! ¿Es aquí donde necesitan un jardinero?¿no?... Vaya ...¿Ya tienen uno? Comprendo... Bueno, es que soy muy bueno, y si no están satisfechos, yo podría ... Ya, comprendo, sí lo están. Bueno, otra vez será.
Tras colgar el teléfono, se dispuso a salir del bar. El dueño, que sin querer, había oído la conversación, quiso consolar al joven:
-No desesperes; ya encontrarás trabajo.
A lo que el joven contestó:
-¿Trabajo? ¿Quién busca trabajo?
El dueño del bar le sonrió y con ternura le respondió:
-No debes tener vergüenza por ello.
El joven lo miró risueño a los ojos y le dijo:


¡Pero si yo soy el jardinero de esa casa!... 

Lo que pasa es que necesitaba saber qué  tal estaba haciendo mi trabajo.


"Elogie el más pequeño progreso y cada progreso. Sea caluroso en su aprobación y generoso en sus elogios."


Dale Carnegei


Espero que dos buenos amigos míos no se enfaden si reproduzco de forma resumida una conversación que oía hace poco entre ellos. Hablaban del rendimiento de un colaborador de uno de ellos, al que el primero tenía en alta estima. El otro le decía, "¿pero se lo has dicho alguna vez?, a lo que el primero respondía "él ya lo sabe"; "sí, pero, ¿se lo has dicho alguna vez explícitamente?" insistía el segundo, a lo que el primero casi molesto, respondía, "él ya lo sabe, he tenido gestos con él que tengo con muy poco gente." Creo que la respuesta no convenció al segundo que afirmó al irse mi  otro amigo, "Yo creo que debería decírselo, para su colaborador sería muy importante."

Aunque no dudo de que mi primer amigo da numerosos signos de su aprecio por éste y otros muchos colaboradores yo también estoy de acuerdo en que el reconocimiento explícito sería de gran valor para ese colaborador y en general para todos los colaboradores, en el trabajo, o con otras personas en todo tipo de relaciones.

Como nuestro joven de la historia, ese reconocimiento explícito reduce la incertidumbre respecto al rendimiento que se está teniendo y sobre la idoneidad de los resultados y los comportamientos ejecutados, lo que sin duda es especialmente motivador. Por que ¿quién se esforzaría al máximo si tuviera dudas de si lo que está haciendo es o no lo adecuado, sí le está llevando al resultado deseado? ¿Acaso corre al máximo de velocidad quién no sabe si ese camino lo acerca, o por el contrario, lo aleja, de su objetivo?¿ Y quién no quiere saber si lo que está haciendo está siendo valorado y así poder ser recompensado, o simplemente, que su trabajo no pasa desapercibido y que está teniendo sentido?

Pues para quien tenga dudas, me gustaría compartir con vosotros el resultado de un estudio que conocí hace poco. Según ese estudio, en el que se le preguntaba a los trabajadores de distintas organizaciones de todo tipo cuáles era los valores que deseaban ver en su empresa, el reconocimiento era el que más se repetía , estando presente entre los diez primeros  en más del 60% de las ocasiones. Si además interiorizamos el resultado de otro estudio que reconocía la relación con el superior directo como la variable más importante al predecir la implicación de una persona en su trabajo, obtendremos una buena fórmula para conseguir personas implicadas y satisfechas en su trabajo;  a saber, establecer buenos vínculos con nuestros colaboradores y reconocer tanto sus habilidades  como sus contribuciones  a los resultados de nuestro equipo.

Así, enlazando con la anterior entrada, para convertir la piedra en un Ángel será  imprescindible sin duda decirle a las personas que van por el buen camino y animarles a que sigan en el mismo, o como decía Dale Carnegei, "dele a la persona una buena reputación que pueda empeñarse en mantener".
El ser reconocido en el trabajo y saber que su trabajo está teniendo resultados positivos hará sin duda que esa persona se sienta "visible", "importante", que su trabajo tiene sentido y su autoestima y su autoimagen mejorarán sintiendo que es una persona más capaz y con mejores resultados. Y además, recibiendo reconocimiento y corrección de la manera y en la proporción adecuada, hará que nuestro buen jardinero sea más atrevido para hacer más cosas con autonomía y creatividad, liberando el potencial escondido en la piedra.

Porque, después de todo, ¿a quién no le gusta sentirse importante?

En los comienzos de la carrera espacial, John Kennedy hizo un visita a la NASA en Cabo Cañaveral. Le presentaron a muchos grandes científicos e investigadores. Le presentaron a los hombres cuya máxima ambición era conquistar el espacio y andar por la superficie de la luna le presentaron a administradores y contables ya muchas otras personas cuya contribución al proyecto fue inmensa. Hombres y mujeres que sentía con orgullo que cumplían una meta y un destino. 

Mientras se dirigía nuevamente a su limusina deambulando por los pasillos, se tropezó con un hombre  encorvado y de cabellos grises con un cubo en una mano y una fregona en la otra. Parecía una pregunta bastante superflua, pero el presidente le preguntó cortésmente: "¿Y qué haces tú aquí en el Cabo?.

Enderezando la espalda, el empleado de la limpieza miró fijamente al Presidente y con una voz que denotaba un fuerte setnido del orgullo y de la dignidad, contestó: "Señor, estoy haciendo lo mismo que todo el mundo aquí:

¡trabajar para llevar un hombre a la luna!







viernes, 28 de abril de 2017

Un bello Ángel

Habiendo tomado un nuevo y joven sirviente, se encontraba  Miguel Ángel delante de un gran bloque de piedra, todavía en su estado original. Cuando el maestro se disponía a empezar a cincelar el gran bloque de piedra notó como el joven le miraba absorto y extrañado. Miguel Ángel le miró y le hizo un gesto para que se sintiera libre de preguntar:
Resultado de imagen de escultura angel

- ¿Qué es lo que estáis haciendo con ese gran bloque de piedra, maestro?- le preguntó el sirviente, no sin cierto temor de mostrar su ignorancia.

-Ah!  Muy sencillo, mi joven amigo- respondió Miguel Ángel sonriendo- Es que ahí dentro hay un ángel que  quiere salir. Yo ....  tan sólo le voy a ayudar.



"Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser."


Johann Wolfgang Goethe. Poeta y dramaturgo alemán.


Hace pocos días  le contaba esta sencilla pero profunda historia a un compañero, al final de la cual  empezó a asentir con su cabeza mientras me miraba como si le hubiera acabado de hacer un regalo, aunque finalmente alcanzó a decir:

- Entiendo la moraleja. Todos nosotros llevamos un potencial y una belleza en nuestro interior que quizá no conocemos, pero sin duda está ahí.

A lo que yo le respondí:

 -Sí, ese es un aprendizaje esencial que se desprende de la historia, pero yendo más allá, yo te pregunto ¿podría el gran maestro esculpir el bello ángel si no fuera ya capaz de verlo,  incluso cuando aparentemente sólo había un gran bloque de piedra delante de él ...? Porque el artista no contempla el bloque desde la perspectiva del tiempo presente, sino que es capaz de ver en dicho bloque una secuencia, un proceso hacia el futuro  que le llevará a convertirlo en una bella escultura. Y tan sólo cuando es capaz de ver el futuro claramente  puede darse cuenta de lo esencial que se guarda en su interior y notar que todo lo  demás aparece  como superfluo y sin importancia. Así, percibiendo nítidamente al ángel que el bloque lleva dentro, a nuestro maestro le resultará fácil desestimar el resto de la piedra hasta que aquél aparezca en todo su esplendor.

Dicho esto, no pude evitar pensar en un improvisado final para nuestra historia y me imaginé a Miguel Ángel siguiendo con el diálogo:

- Que sepas, mi joven sirviente, que tú mismo llevas un gran escultor dentro, y que igual que veo el ángel que se esconde en la piedra, puedo ver perfectamente tu esencia. En efecto, veo como miras con asombro la belleza que hay a tu alrededor, como cuidas y ordenas las cosas con esmero, como haces las tareas con cuidado, paciencia y admiración, y como aquellas estancias por las que tú pasas destilan una sensación de paz y equilibrio. No me cabe ninguna duda de que podrías ser, al menos, un escultor notable si pones el mismo cuidado y mimo en la talla de la piedra y se te dan las enseñanzas adecuadas.

- Maestro, pero si sólo soy un pobre sirviente sin educación - respondería abrumado el joven muchacho.

-Lo sé, pero yo no me fijo en lo tú crees que eres; yo veo lo que tú puedes ser. Claro que no todo en ti son virtudes, pero yo veo las zonas donde hay luz, no oscuridad, y por ello puedo notar aquellos detalles que hablan de tu potencial escondido. Deja que yo cultive tus cualidades, con paciencia y esmero; deja que lo que hoy apenas es una mínima llama, yo la alimente con mis enseñanzas y mi reconocimiento, de forma que tu destreza y tu confianza crezcan a la par, y deja que mi aprecio y mi fe en ti permitan que tu arte se vaya abriendo como se abre el capullo de la flor con el calor de la primavera.

Y dicho esto, Miguel Ángel tomó al sirviente como aprendiz, que desde aquel mismo momento se sintió un artista "en potencia".

Si alguien me pidiera ahora que resumiera las enseñanzas de esta historia, serían muy sencillas:

- Ver en alguien lo que puede ser, su potencial, no lo que hoy es en la actualidad. Para ello nos fijamos en sus virtudes y cualidades positivas y lo que pueden llegar a ser si se las "alimenta". Una vez cobrada esta visión será fácil ver lo demás como algo superfluo, que no es permanente ni la esencia de la persona.

- Hacerle ver a esta persona esas cualidades, de las que quizá ni siquiera es consciente, y aquello en los que dichas cualidades pueden convertirle. Es un proceso en el que se le muestra a la otra persona nuestra confianza y fe en que lo conseguirá.

-Alimentar cada progreso con caluroso reconocimiento y corregir con paciencia y cariño. Cuando se hace con abundancia lo primero, lo segundo será mucho más fácil y potenciador.

-Y por último, tener cuidado de no convertirse uno mismo en la vara de medir. La otra persona debe de ser libre de explotar sus propias cualidades y no ser como nosotros. Puede ser único y maravilloso a la vez que distinto. Si no entendiésemos esto, podría pasarle lo que al pájaro de la siguiente historia ...


Un hombre se encontró un gavilán herido que se había agazapado contra una puerta a fin de sentirse más seguro. Era apenas una cría  y además el hombre no había visto nunca uno. Lo cogió y lo examinó.
Oh, pobrecito, exclamó. Pero que clase de pájaro eres? no estás bien hecho del todo.
Cogió unas tijeras y le cortó la curva que le afeaba el pico superior para que hiciera juego y encajara perfectamente con el inferior. Después le recortó y le arregló las alas, originalmente curvadas hacia atrás, y se las dejó completamente rectas. Finalmente cogió un cortaúñas y le cortó las uñas de las garras hasta que quedaron perfectamente alineadas con los dedos.

"Helo aquí", dijo admirando su obra. "Ahora sí tienes el aspecto que un pájaro debe tener"


Para sumergiros un poco más en estas ideas, os recomiendo que veáis los siguientes vídeos:






Un fuerte abrazo






sábado, 21 de enero de 2017

Proyecciones


Todavía recuerdo con satisfacción y orgullo mi único sobresaliente en clase de dibujo. Fue en el segundo trimestre del primer curso de instituto que dicha asignatura abandonó cualquier pretensión artística (materia en la que sufría enormemente) para centrarse en una serie de ejercicios más propios de la reflexión y el pensamiento lógico, que recuerdo con el nombre de "proyecciones".

En estos ejercicios, el profesor nos presentaba un figura geométrica de forma irregular suspendida en el espacio entre un eje tridimensional, y a nosotros nos correspondía proyectar sobre cada uno de los planos resultantes la figura bidimensional que aparecería si la observáramos desde cada una de las perspectivas (desde el frente, desde un lateral y desde arriba). Al ser una figura irregular, cada una de las tres proyecciones tomaba una forma distinta ... aunque en realidad procedieran de mirar una misma figura, sólo que desde perspectivas diferente.

Cuando dominamos ya este ejercicio, el profesor aún avanzó más proponiéndonos lo contrario; presentar las tres figuras proyectadas sobre los planos y pedirnos que construyéramos la figura tridimensional suspendida entre los mismos, lo que todavía resultaba más complicado ...

Muchos años después recuerdo estos ejercicios y empiezo a dudar de mi propia memoria, pues más bien me parecen ahora reflexiones propias de una clase de filosofía o psicología constructivista. Efectivamente, el constructivismo, que trata de explicar como construimos el conocimiento, predica que existe una realidad de primer orden que es inabarcable para nosotros por las limitaciones de tiempo y espacio a las que estamos sometidos; y también una realidad de segundo orden que es la que creamos cada uno de nosotros desde nuestra propia observación e interpretación subjetivas.

El ejercicio, desde luego, parece recordarnos el conocido refrán que reza "nada es verdad ni es mentira; todo depende del color del cristal con el que se mira", sustituyendo en este caso el color del cristal por la posición desde la que proyectamos la luz sobre el objeto tridimensional. Así es fácil sacar la conclusión de que es normal e inevitable que cada uno de nosotros se vaya formando opiniones distintas sobre cualquier asunto y que pretender tener razón o estar de acuerdo al cien por cien es algo que está condenado al fracaso. Así que más bien deberíamos abandonar nuestros habituales esfuerzos por convencer a los demás en nuestras discusiones por una nueva actitud de flexibilidad, humildad  y curiosidad, con la que poder saber más de los demás y de nosotros mismos, ya que como dice el propio aforismo constructivista, "no vemos las cosas tal y como son, sino tal como somos nosotros".

Pero la conclusión más importante la saco cuando recuerdo la segunda parte del ejercicio a la que nos sometía el profesor cuando ya nos veía preparados. En esta parte, el profesor nos presentaba las proyecciones de los tres planos para pedirnos que construyéramos nosotros la figura tridimensional. Es recordando esto que me convenzo de que la única forma de "acercarnos" a la realidad y obtener mapas más útiles es precisamente ...

...enriquecernos conociendo con más detalles el mayor número posible de perspectivas.

Cheng-Hu se encontraba perdido en un laberinto. De la cámara principal salían cincuenta caminos distintos. Le había llevado una semana explorar nueve de ellos.
-A menos que tenga surte- se dijo Cheng-Hu-, moriré antes de lograr encontrar el camino correcto. Acababa de pensar esto cuando oyó unos pasos que se acercaban y se encontró con Shintzu. No se conocían, pero Cheng creyó que Shintzu era la respuesta a sus ruegos desesperados.
-¡Qué suerte que te encuentro! -dijo Cheng llorando de alegría. Shintzu lo miró con cara de gran sorpresa.
-Estoy perdido entre tanto camino- le explico Cheng-. Tú podrás decirme cuál conduce a la salida.
-Pues me temo que no, pues yo también me encuentro perdido- contestó Shintzu.
-¡Oh, que mala suerte entonces!-se quejó el primero- Encuentro a alguien y no me sirve de nada.
-¿Por qué dices que no te sirvo de nada?-preguntó Shintzu intrigado-
-Has dicho que tú también estás perdido, ¿ no es así?-dijo Cheng como si fuera obvio su razonamiento.
- En efecto, así es. Pero me imagino que habrás recorrido algunos camino sin poder salir. Yo he recorrido por mi parte al menos doce caminos que no conducen a ninguna parte. Así que juntos, los dos sabemos mucho más de este laberinto que antes de encontrarnos, y eso, indudablemente ...

... ¡nos acerca mucho más a la salida! 

Un fuerte abrazo





domingo, 3 de enero de 2016

"El Viento y el Sol"

Un hombre decidió suministrar dosis masivas de aceite de hígado de bacalao a su perro Dobberman, porque le habían dicho que era muy bueno para los perros. De modo que cada día sujetaba entre sus rodillas la cabeza del animal, que  se resistía con todas sus fuerzas , le obligaba a abrir la boca y le vertía el aceite por el gañote.
Pero un día, el perro logró soltarse y el aceite cayó al suelo. Entonces, para asombro de su dueño, el perro volvió dócilmente a él en clara actitud de querer lamer la cuchara. Fue entonces cuando el hombre descubrió que lo que el perro rechazaba no era el aceite, sino ...

... el modo de administrárselo.

 

" Lo que se resiste, persiste; lo que se acepta, se transforma"
Aforismo budista 
 
 
 
Mucho me temo que cualquier padre se habrá reconocido en la piel de nuestro protagonista, recordando algunas de las muchas luchas que hemos tenido a brazo partido con nuestros hijos pequeños en las que nos empeñábamos que éstos comieran "todos aquellos alimentos beneficiosos" que habíamos elegido para ellos, y por supuesto, en la cantidad adecuada. Así es, sólo el que ha tenido hijos se puede imaginar cuan difícil es imponer a los mismos una dieta adecuada y lo que se puede llegar a sufrir para hacerles tomar la fruta, el puré de verduras o a saber que otros alimentos que ellos se niegan a probar siquiera siguiendo el consabido grito de guerra de "eso no me gustaaaaaa".

Sin embargo, lo que   más rabia me daba era cuando veía a mi madre, su abuelita, en la misma situación y como, utilizando mil y una técnicas de distracción (el avión, leer un cuento, ponerle caras, etc) conseguía que su nieta dejara el plato más limpio que una patena, sintiéndome yo al ver aquello como un auténtico energúmeno, incapaz de aplicar un poco de inteligencia a dicha situación.

Porque, efectivamente, las situaciones donde encontramos resistencias no suelen solucionarse (¡oh, sorpresa!) aplicando más fuerza. A menudo, cuando encontramos que el entorno u otras personas se resisten a nuestros deseos (como en el ejemplo del perro o en el de mi hija) es fácil caer en la tentación de pensar que ante la fuerza que despliega nuestro oponente bastará aplicar una fuerza mayor en sentido contrario. Tan fácil como sumar y restar. Pero no, terrible error, queridos amigos, porque en lo que no habíamos caído es en la naturaleza y origen de dicha fuerza. Porque una resistencia, como su nombre bien nos indica, es una fuerza que nace para oponerse  a otra (en este caso, nuestros intentos por imponer nuestros deseos) y por tanto crece en similar intensidad, pero en sentido contrario. Así, imponiendo más fuerza, más resistencia conseguimos. Quien tenga niños bien sabrá lo que digo, ya que cuanto más gritamos y amenazamos a nuestro retoño, más llora y más se niega éste a cumplir con nuestros deseos.

Y ejemplos de esto podemos encontrar tanto en los grupos humanos como en la propia naturaleza. De los primeros podríamos citar los intentos de firmeza de padres que lo que acaban consiguiendo son hijos más rebeldes, jefes que a base de gritos y juicios duros consiguen colaboradores más inseguros e inoperantes, o dictadores de mano dura que suelen acabar derrocados. De los segundos, podríamos citar el uso exagerado de antibióticos que da  lugar a bacterias más resistentes; una higiene exagerada, que da lugar a organismos más débiles; o una dieta hipocalórica, que produce un metabolismo más lento provocando el conocido efecto "boomerang".

Y aunque hoy no pretendo dar recetas para ninguno de estos problemas en concreto, sí me permitiré dar una receta general, y es que cuando nos encontramos una resistencia, más nos valdrá entenderla (o mejor dicho, atenderla) de forma que podamos desactivarla o incluso utilizarla, en vez de tratar de vencerla con " más de lo mismo" (ver entrada con el mismo título).

Y para ilustrar tal receta, no se me ocurre nada mejor que la siguiente parábola de León Tolstoi

El sol y el viento discutían sobre cuál de los dos era más fuerte. La discusión fue larga, porque ninguno de los dos quería ceder. Viendo que por el camino avanzaba un hombre, acordaron probar sus fuerzas desarrollándolas contra él.
-Vamos a ver- dijo el viento- quién es capaz de dejarle sin sus vestiduras.
Y comenzó a soplar y a soplar cuanto podía. Pero cuanto más esfuerzos hacía, el hombre más oprimía su capa, gruñendo contra el viento,  y continuando con su camino.
Entonces, el viento ya encolerizado, descargó lluvia y nieve, pero el hombre no se detuvo y más cerraba su capa todavía. Comprendió el viento al fin que no sería capaz de arrancarle a aquel hombre su capa.
Mientras, el Sol, que sonreía entre dos nubes, empezó a recalentar la tierra y el pobre hombre, que se regocijaba con aquel dulce calor, se quitó la capa y se la puso sobre el hombro.
-Ya ves- le dijo entonces el Sol al Viento- como con bondad se puede conseguir más que con la violencia.


Para seguir pronfundizando:

"La Quinta Disciplina". Peter Senge

"Introducción al Pensamiento Sistémico". Joseph O´Connor