Hace mucho tiempo, un becerro tuvo que atravesar, un día, un bosque virgen para volver a su pasto.
Siendo animal irracional e irascible, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.
Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, líder de un rebaño, que viendo el espacio ya abierto hizo seguir a sus compañeros por allí.
Más tarde, los hombres comenzaron a usar aquel sendero; entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de los obstáculos, quejándose y maldiciendo con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabo convertido en un amplio camino donde los hombres dirigían a sus pobres animales, los cuales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en una hora si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.
Mientras, el sabio y viejo bosque se asombraba del comportamiento de los hombres, los cuales, como podía comprobar una y otra vez, tenían tendencia a seguir el camino que ya está abierto ........ ignorando la posibilidad de que pudiera existir cualquier otro.
"¿...y que lobo es el que gana?" le preguntaba el pequeño indio a su querido abuelo, y éste respondía "al que alimentes más, pequeño, al que alimentes más". Así es sin duda, en las cosas de la naturaleza y de la mente, lo que más se alimenta es lo que crece y se hace más fuerte. Y de eso va el cuento del inicio; ¿qué camino utilizaremos más? pues el más usado y trillado, sin duda alguna. Aunque éste no lleve a ningún lado, o aunque esté lleno de curvas tortuosas, aparentemente será más fácil de seguir que adentrarse por las zonas no exploradas o abrir nuevos caminos. Después de todo, esos caminos pueden ser mejores, pero también peores, y éste camino, bueno o malo, ya está hecho y es conocido.
Y esta es la contestación a la pregunta con la que acabábamos la entrada anterior. " ¿ Y por qué tantas veces nos empeñamos en dirigir nuestra atención a aquellos hechos que no nos traen sino amargura, llenándolos además, de tal carga de subjetividad negativa?" era esa pregunta, y esta es la respuesta. El camino que se va ensanchando es cada vez más fácil de transitar y algo similar ocurre con las estrategias que desde niños escogemos para sobrevivir en el mundo de los mayores, estrategias que a base de ser utilizadas se refinan y perfeccionan, pero que están basadas en los limitados recursos de los que un niño dispone y no en los de un adulto mucho más capaz, y que por tanto nos acaban llevando por caminos revirados y tortuosos, mucho más complicados de lo que deberían ser.
Para que me entendáis, algunos ejemplos sencillos de estas estrategias que nos amargan de adultos podrían ser los siguientes; un niño que se acostumbra a mostrarse débil e incapaz porque así un mayor le soluciona sus problemas; o un niño que acostumbrado a que ningún resultado sea bueno para sus padres, aprende a desvalorizarse para así no arriesgarse al fracaso; o quien aprende a quejarse y sentirse víctima de todos, porque así evita hacerse responsable de su destino y justifica su inmovilismo, o quien se muestra siempre triste y apesumbrado porque no ha aprendido a llamar la atención de otra manera, y así un largo etcétera.
Todas estas son estrategias que un niño empieza a poner en práctica para sobrevivir en un mundo dominado por los adultos (básicamente sus padres) cuando sus recursos son todavía escasos. Y aprovecho aquí para hacer ver que estas estrategias dependen del carácter del niño, pero sobre todo, de como responde este niño a su entorno. Cuanto más propicio sea el entorno (que haya amor incondicional y caricias positivas, que tenga el ejemplo de adultos que se comunican y relacionan de forma abierta y sincera, que haya generosidad y no obligaciones, etc) estrategias más sanas desarrollará el niño; cuanto menos propicio (juicios severos, ausencia de caricias positivas, adultos que se relacionan con manipulaciones buscando sus propios intereses, y que exigen mucho y dan poco, etc) más posibilidades de que las estrategias escogidas por el niño sean, a la larga, perjudiciales y le causen sufrimiento.
Así podemos ver que nuestro sufrimiento adulto (me refiero al inútil, el que tiene que ver más con nuestra subjetividad) responde a estrategias antiguas e infantiles que se originaron un día casi por casualidad y como resultado de la conjunción de nuestro temperamento con un hecho de nuestra realidad temprana, que es interpretado por un niño cuya compresión del mundo es limitada y cuyos recursos, ante la fuerza y poder de sus mayores, son escasos e insuficientes.
De esta manera, inevitablemente se ve obligado a elegir algunas estrategias que le ayuden a tener algo de seguridad dentro de su indudable indefensión ante el complicado mundo de los adultos. Y como podéis imaginar al leer la enumeración anterior de estrategias, éstas tienen algo de sentido y pueden dar algún fruto durante algún tiempo. Sin embargo, el niño se va convirtiendo en adulto, con muchos recursos a su alcance, pero seguirá anclado en las estrategias del pasado que un día escogió casi por casualidad, de la misma forma que el becerro fue abriendo el camino. Y al igual que al becerro, el camino le llevó a algún sitio, y quedando ya algo abierto y reconocible, empezó a transitarlo de forma continuada de manera que éste se fue abriendo y ensanchando, y aunque duro y largo, el camino cada vez se hacía de manera más cómoda y rápida, y así se decidió a perfeccionarlo, asfaltándolo y ensanchándolo, ganando todavía más tiempo y comodidad. Y con esta sensación de éxito subjetivo, no habiendo conocido un camino mejor y habiéndole dedicado tanto tiempo y esfuerzo a ese camino que cada vez recorre más rápido, difícilmente admitirá que otro camino es posible, y seguirá utilizando (ya de adulto) su atención en seleccionar los hechos coherentes con su estrategia, y su entendimiento en interpretar dichos hechos con similar coherencia.
De esta manera, el que ha elegido y perfeccionado algún tipo de estas estrategias se empeñará en utilizarlas toda la vida y a toda costa, obteniendo pequeñas recompensas a corto plazo, pero perdiendo a cambio la libertad de aprender y utilizar otras opciones que a largo plazo le pudieran traer más felicidad, quedando así atrapados, para siempre, en su propia "tela de araña".
¿Para siempre? Quizá no, sobre todo si se anima a acompañarnos en este viaje..
Un abrazo
Lecturas muy recomendables:
El arte de amargarse la vida. Paul Watzlawick
Nacidos para triunfar . Muriel James y Dorothy Jongeward
"¿...y que lobo es el que gana?" le preguntaba el pequeño indio a su querido abuelo, y éste respondía "al que alimentes más, pequeño, al que alimentes más". Así es sin duda, en las cosas de la naturaleza y de la mente, lo que más se alimenta es lo que crece y se hace más fuerte. Y de eso va el cuento del inicio; ¿qué camino utilizaremos más? pues el más usado y trillado, sin duda alguna. Aunque éste no lleve a ningún lado, o aunque esté lleno de curvas tortuosas, aparentemente será más fácil de seguir que adentrarse por las zonas no exploradas o abrir nuevos caminos. Después de todo, esos caminos pueden ser mejores, pero también peores, y éste camino, bueno o malo, ya está hecho y es conocido.
Y esta es la contestación a la pregunta con la que acabábamos la entrada anterior. " ¿ Y por qué tantas veces nos empeñamos en dirigir nuestra atención a aquellos hechos que no nos traen sino amargura, llenándolos además, de tal carga de subjetividad negativa?" era esa pregunta, y esta es la respuesta. El camino que se va ensanchando es cada vez más fácil de transitar y algo similar ocurre con las estrategias que desde niños escogemos para sobrevivir en el mundo de los mayores, estrategias que a base de ser utilizadas se refinan y perfeccionan, pero que están basadas en los limitados recursos de los que un niño dispone y no en los de un adulto mucho más capaz, y que por tanto nos acaban llevando por caminos revirados y tortuosos, mucho más complicados de lo que deberían ser.
Para que me entendáis, algunos ejemplos sencillos de estas estrategias que nos amargan de adultos podrían ser los siguientes; un niño que se acostumbra a mostrarse débil e incapaz porque así un mayor le soluciona sus problemas; o un niño que acostumbrado a que ningún resultado sea bueno para sus padres, aprende a desvalorizarse para así no arriesgarse al fracaso; o quien aprende a quejarse y sentirse víctima de todos, porque así evita hacerse responsable de su destino y justifica su inmovilismo, o quien se muestra siempre triste y apesumbrado porque no ha aprendido a llamar la atención de otra manera, y así un largo etcétera.
Todas estas son estrategias que un niño empieza a poner en práctica para sobrevivir en un mundo dominado por los adultos (básicamente sus padres) cuando sus recursos son todavía escasos. Y aprovecho aquí para hacer ver que estas estrategias dependen del carácter del niño, pero sobre todo, de como responde este niño a su entorno. Cuanto más propicio sea el entorno (que haya amor incondicional y caricias positivas, que tenga el ejemplo de adultos que se comunican y relacionan de forma abierta y sincera, que haya generosidad y no obligaciones, etc) estrategias más sanas desarrollará el niño; cuanto menos propicio (juicios severos, ausencia de caricias positivas, adultos que se relacionan con manipulaciones buscando sus propios intereses, y que exigen mucho y dan poco, etc) más posibilidades de que las estrategias escogidas por el niño sean, a la larga, perjudiciales y le causen sufrimiento.
Así podemos ver que nuestro sufrimiento adulto (me refiero al inútil, el que tiene que ver más con nuestra subjetividad) responde a estrategias antiguas e infantiles que se originaron un día casi por casualidad y como resultado de la conjunción de nuestro temperamento con un hecho de nuestra realidad temprana, que es interpretado por un niño cuya compresión del mundo es limitada y cuyos recursos, ante la fuerza y poder de sus mayores, son escasos e insuficientes.
De esta manera, inevitablemente se ve obligado a elegir algunas estrategias que le ayuden a tener algo de seguridad dentro de su indudable indefensión ante el complicado mundo de los adultos. Y como podéis imaginar al leer la enumeración anterior de estrategias, éstas tienen algo de sentido y pueden dar algún fruto durante algún tiempo. Sin embargo, el niño se va convirtiendo en adulto, con muchos recursos a su alcance, pero seguirá anclado en las estrategias del pasado que un día escogió casi por casualidad, de la misma forma que el becerro fue abriendo el camino. Y al igual que al becerro, el camino le llevó a algún sitio, y quedando ya algo abierto y reconocible, empezó a transitarlo de forma continuada de manera que éste se fue abriendo y ensanchando, y aunque duro y largo, el camino cada vez se hacía de manera más cómoda y rápida, y así se decidió a perfeccionarlo, asfaltándolo y ensanchándolo, ganando todavía más tiempo y comodidad. Y con esta sensación de éxito subjetivo, no habiendo conocido un camino mejor y habiéndole dedicado tanto tiempo y esfuerzo a ese camino que cada vez recorre más rápido, difícilmente admitirá que otro camino es posible, y seguirá utilizando (ya de adulto) su atención en seleccionar los hechos coherentes con su estrategia, y su entendimiento en interpretar dichos hechos con similar coherencia.
De esta manera, el que ha elegido y perfeccionado algún tipo de estas estrategias se empeñará en utilizarlas toda la vida y a toda costa, obteniendo pequeñas recompensas a corto plazo, pero perdiendo a cambio la libertad de aprender y utilizar otras opciones que a largo plazo le pudieran traer más felicidad, quedando así atrapados, para siempre, en su propia "tela de araña".
¿Para siempre? Quizá no, sobre todo si se anima a acompañarnos en este viaje..
Un abrazo
Lecturas muy recomendables:
El arte de amargarse la vida. Paul Watzlawick
Nacidos para triunfar . Muriel James y Dorothy Jongeward