Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe, era también el animal preferido de otros niños. Durante la función, la enorme bestía hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.
Sin embargo,la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujetaba entonces....?
Durante muchos años me he hecho esta pregunta pero nunca fui capaz de encontrar una respuesta satisfactoria, hasta que hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí,alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
"El elefante del circo no escapa porque había estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño, tanto que todavía no tenia fuerza para arrancar la estaca. Así que el pequeño elefantito intentó sin éxito escapar de su cautiverio un sin fin de veces, hasta que aprendió, equivocadamente, que era imposible arrancar aquella estaca. Así que ......
¡ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa,porque,pobre,cree que no puede!
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo."
Recuerdo ya hace tiempo haber leído una metáfora que utilizaba Stephen Covey para hablar de la fuerza de los hábitos y la dificultad para romperlos y cambiarlos. En ella, Covey hablaba de un cohete espacial que para vencer la fuerza de la gravedad y salir fuera de la atmósfera terrestre tenía que consumir una tremenda cantidad de energía, hasta que al fin alcanzaba el espacio.
Estas dos metáforas son muy útiles y complementarias para explicar el revés de la moneda del poder de la visión de nuestra “leyenda personal”. Ciertamente, el universo entero conspira muchas veces para que la consigamos; sin embargo, nosotros mismos a veces ponemos todo nuestro empeño en que no sea así. Y me explico; decía en la última entrada que unas veces el poder de la “visión” funcionaba realmente, y eso era gracias a la motivación que despertaba dentro de nosotros y de la activación de nuestro sistema de alarma que nos hacía más sensible a las señales que el universo nos mandaba, pero ya en esa entrada advertía que no siempre era así, y hoy lo voy a explicar. Para ello, permitidme que vuelva, otra vez, al pensamiento sistémico.
Todo sistema que se mantiene estable durante algún tiempo se da porque en él se manifiesta lo que se llama un estado atractor. Es decir, un estado al que tiende el sistema debido a una serie de fuerzas y de relaciones que se dan entre los distintos elementos del sistema. Por ejemplo en la metáfora del cohete, podemos observar como en el sistema “tierra” todos aquellos elementos con cierta masa corporal tienden a permanecer sobre la superficie de la misma debido a la fuerza de atracción que el centro de la tierra ejerce sobre ellos generando lo que llamamos gravedad. Así, aplicada una fuerza vertical ascendente sobre un objeto, éste subirá de inmediato, pero una vez agotada dicha fuerza, el objeto volverá a caer irremediablemente, salvo que el impulso sea lo suficientemente fuerte como para traspasar la atmósfera (es decir, la zona de influencia del sistema) y liberarse así del estado atractor.
Pero no sólo eso, sino que un estado atractor puede funcionar muchas veces volviendo en contra dicho impulso mediante sistemas de compensación que aumentan la fuerza de dicho estado atractor a la vez que aumenta el impulso de evasión. Volviendo a la metáfora del elefantito, imaginaros que en vez de una cadena fuera una fuerte goma, que cuanto más se estira, más fuerza de atracción genera en el sentido contrario. La única esperanza es que la fuerza que trata de salir del sistema rompa la goma y se libera de dicho estado atractor, pero si no lo hace lo único que pasará es que el elefante volverá al mismo punto de partida, y además, más agotado y con menos esperanzas para volver a intentarlo.
¿Y que tiene que ver esto con las personas y sus leyendas personales?. Pues como bien habréis adivinado, las personas se mueven en sistemas y son sistemas en sí mismas. Así que para cambiar y conseguir sus objetivos, las personas deberán averiguar si éstos van en contra de los sistemas en los que conviven y que fuerzas les han mantenido hasta ahora alejados de dichos objetivos. Si sus objetivos son coherentes con los sistemas, estupendo; la “visión”, la “proactividad” y la “correcta formulación de objetivos” serán estupendas herramientas par alcanzarlos. Pero si no es así, entonces mejor harán en observar y analizar cuales son las fuerzas que influyen en el sistema para poder desactivarlas.
Por tanto, cuando queremos alcanzar nuevos objetivos debemos tener en cuenta tanto estos factores, tanto externos como internos, que pueden impedirnos tener el éxito deseado:
- En cuanto a los externos, me gustaría señalar que formamos sistemas con nuestras parejas y familias, con nuestro entorno laboral, con nuestros vecinos...; y estamos influenciados por cosas tales como nuestra salud, nuestro nivel económico, etc. Un cambio de trabajo puede chocar con la falta de seguridad económica; nuevos hábitos de ocio pueden chocar con los gustos de nuestros amigos o nuestra pareja, la intención de hacer más deporte con la falta de tiempo, etc. Las relaciones que tenemos con otras personas pueden ser fuerzas muy limitantes, ya que tienen unas expectativas sobre nosotros que no quieren o no pueden cambiar, ya sea porque quieren mantener su estatus quo o no tienen la flexibilidad suficiente para hacerlo. Con las personas, además, se da con mucha fuerza los sistemas de compensación, es decir, cuanto más queremos cambiar, más presión pueden hacer las otras personas para que no sea así (hay que tener en cuenta que ven amenazada su estabilidad e inconscientemente ponen en marcha aquellas estrategias de presión y manipulación que estén a su alcance). Esto pasa mucho entre las parejas y entre los hijos que a una cierta edad quieren liberarse del rol dependiente de sus padres. Si la otra parte no tiene flexibilidad suficiente, se opondrá al cambio que le afecta de alguna manera y hará todo lo posible para impedirlo.
- Por otro lado, están los propios factores internos. Como hemos visto en otras entradas, las personas tienen modelos mentales(sistemas) compuestos por creencias, valores, hábitos y un fuerte sentido de lo que son y de para que están en el mundo (aunque sea a nivel inconsciente). Pretender obtener objetivos que vayan en contra de las creencias y valores inconscientes de la persona es algo que está totalmente predestinado al fracaso si no se observan antes estas creencias y valores. De hecho, muchos coaches empiezan el proceso de coaching preguntando a su cliente cuanto creen que pueden conseguir su objetivo e incluso cuanto creen que lo merecen y si no llegan por lo menos a un siete, empiezan por trabajar con estas creencias limitantes.Sí, efectivamente, mucha gente se sorprende al darse cuenta de que desea algo pero que realmente no cree que pueda o merezca obtenerlo, porque, como le pasa al elefantito de nuestra historia, cuando son niños no paran de recibir mensajes limitantes tales como que la vida es dura, que hay que conformarse con lo que uno le ha tocado, que otros tienen más suerte, que tienen que tener cuidado con lo que no conocen porque es peligroso o porque sus educadores no paraban de darles feedback negativo.
- Así que los bienintencionados propósitos de cambio basados en la visualización, la proactividad y la fuerza de voluntad pueden volverse en contra de las personas que no analizan bien su entorno y las creencias que hasta el momento las han mantenido en una determinada posición; y no sólo eso, sino que como en el ejemplo de la goma, cuanto más lo intentan, más fuerza se genera en el sistema para hacerles permanecer donde están, lo que supone un desgaste enorme de energía y lo que es peor, todavía refuerza más sus creencias internas de que no son capaces de conseguirlo. De hecho, en Análisis Transaccional se habla del impulsor “esfuérzate más” para definir a aquellas personas que siempre están intentando algo pero que nunca son capaces de conseguirlo. A nivel consciente estas personas quieren salir de ahí, pero a nivel inconsciente no creen en si mismos por lo que enseguida empiezan a fallarles la fuerza y la fe nada más empiezan los primeros obstáculos. Aún así, a nivel consciente siguen intentándolo porque sino se sentirían culpables.
- Por tanto, recomiendo aquí que antes de empezar a formularnos objetivos ambiciosos revisemos la coherencia de los mismos con nuestros sistemas actuales y con nuestras creencias y valores. Tengamos en cuenta que hay unas fuerzas positivas (la motivación y la activación de nuestro SARA) que actúan como si estuviéramos pisando el acelerador de un coche, pero éste no se mueve porque están activadas unas fuerzas (internas y externas) que actúan como un freno de mano.
¿Y que pasaría en este caso sin consiguiéramos soltar el freno de mano.....?
¡Pues que saldríamos disparados!
Y por cierto, el cohete del ejemplo consume una enorme cantidad de energía para despegar y superar la fuerza de gravedad terrestre. Sin embargo, una vez superada, apenas gastará ya más energía. De hecho, el Apollo 11, la nave espacial que fue a la luna, gastó mucha más energía en los primeros minutos del despegue -en los primeros pocos kilómetros de viaje- de la que gastó en los cuatrocientos mil kilómetros más que recorrió el resto de los días....
Un abrazo a todos.