"Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa, la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido"



Viktor Frankl,

Superviviente de los campos de concentración nazis y creador de la Logoterapia









miércoles, 5 de octubre de 2011

Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa (II)

Decía en la anterior entrada que una vez planteada mi hipótesis sobre  como se origina y funciona el sentimiento de culpa sería fácil explicar como éste genera sentimientos de baja autoestima y numerosos conflictos. Así es, el sentimiento de culpa puede parecer que proporciona algún beneficio a corto plazo, pero veremos que a largo plazo es muy perjudicial para las relaciones, el aprendizaje y la madurez de las personas; y es que es perjudicial tanto para la madurez de la persona que se culpa como para la persona que la induce, que no se permite aprender y utilizar otros mecanismos que le permitan influir en los demás de una forma más "sana".

Pero vayamos paso a paso. Decía que la culpa se origina en un juicio de un persona externa y que el niño, impotente para generar una acción reparadora se autoimpone una penitencia con la que contentar a su progenitor. Así, para poder controlar la conducta del niño, se busca que este se infrinja un daño, proporcionando así un mecanismo automático de control. "Si quieres evitar mi juicio y por tanto el dolor, haz lo que quiero", o, "te juzgo primero, te hago sentir dolor y luego te digo como puedes dejar de sentirlo (si haces lo que yo quiero)". Hasta aquí, fantástico; parece un mecanismo simple y muy útil para controlar el comportamiento del niño . Pero como veremos, tiene fallos, porque el niño (y el niño que se convierte en adulto) puede desarrollar otras estrategias para evitar el dolor.

Por un lado, puede acabar revelándose.Sí, porque de alguna forma el culpado se da cuenta de lo injusto que es que otra persona le juzgue y le haga sentir mal para poder controlar su comportamiento, por lo que, cansado de dicho dolor, acaba revelándose contra el culpador, que además, acostumbrado a tener razón, no comprenderá dicho comportamiento y lo atribuirá al espíritu rebelde y conflictivo del rebelado. Este seguramente es el esquema de aquellos hijos que durante mucho tiempo van aceptando a regañadientes los juicios severos de los padres, hasta que al llegar a una edad determinada no sólo empiezan a dejar de obedecer a los padres, sino que más bien buscan los comportamientos contrarios. El problema se atribuirá normalmente al muchacho/a y sin embargo, el problema estará en el juicio y la no aceptación del progenitor. Como antes avisaba, aquí está la fuente de muchos conflictos, tanto entre padres e hijos, como en parejas y entre trabajadores de las mismas empresas.

En otros casos, el hijo que conoce el juicio severo de la figura de referencia puede evitar el sentimiento de culpa de otra forma más sútil que sin embargo, tiene también nefastos resultados a largo plazo para la autoestima del  individuo. Me explico, el juicio y el enfado viene del "debería haberse comportado de otra forma", así que una forma de evitar el enfado es el atribuirse la incapacidad  y la no posibilidad de comportarse de esa otra forma. Es decir, el niño dirá algo así como "es verdad, lo siento, soy un estúpido, soy un torpe", atribuyéndose unas características negativas, permanentes e incapacitantes, para así convertir el juicio en compasión. Esta estrategia puede funcionar a corto plazo para evitar el enfado de la figura de referencia (esta es una estrategia muy conocida para mí y puedo asegurar que funciona) pero es terrible a largo plazo ya que el niño se va cosntruyendo su identidad con esas características negativas, que se irán reforzando ante cualquier error o resultado no deseado que obtenga en su vida. Así finalmente, obtendremos un adulto que cuando se enfrente a pequeños fracasos, juicios, enfados de otras personas u obstáculos en su vida, utilizará las estrategia de la huida y el bloqueo. Lo triste es que, cuando uno es niño, quizá despierte la compasión de sus padres y estos le protejan, pero en la vida adulta lo más probable es que esta estrategia se traduzca en una sucesión de fracasos y abandonos que le imposibilitarán el alcanzar cualquier buen propósito que se proponga.

Y decía que la culpa es el gran enemigo del aprendizaje porque para que haya aprendizaje necesita haber reflexión e investigación sobre lo que ha pasado, que ha ido mal y porqué, y para eso, no puede estar presente el dolor. Como decimos, el dolor de la culpa es válido para  alguien que quiera decirte lo que tienes que hacer, no para que tú explores que es lo que ha pasado y puedas elegir entonces la opción que más te convenga o creas más adecuada. Así,  hay quien relaciona: error implica culpa, que a su vez implica dolor. Y entonces decide que para evitar el dolor no debe admitir ningún error. Es entonces que se pueden dar distintas estrategias para esto, y que se ven con mucha facilidad en las empresas; a saber:

  • El "yo no he sido". Antes siquiera de saber de que ha pasado, ya va por delante que el no estaba allí y que tuvo que ser otra persona.
  • "La culpa fue de fulanito". Estos siempre buscan un chivo expiatorio.
  • "Si yo lo hice, pero sabes que lo que pasa? que ..... " . En estos casos, siempre hay una buena razón en el entorno que no le ha dejado ninguna oportunidad de comportarse de otra forma.
  • "Si, yo lo hice, pero tú también...". En este caso, uno admite que lo ha hecho mal, pero si consigue atribuir a los demás otros fallos similares, piensa que el juicio sobre el no puede ser tan severo.


Y todos estos mecanismos serán muy útiles para no sentir culpa y no sentir dolor, pero este miedo  a la culpa lleva a estas personas a no aceptar errores, a no buscar el feedback constructivo, y en definitiva, a distorsionar la realidad para que esta muestre siempre un perfecto comportamiento, lo que a la larga imposibilitará cualquier aprendizaje, mejora o cambio adaptativo. Las personas que utilizan estas estrategias con asiduidad acabarán tachadas como "imposibles" y "rígidas" y sus jefes, amigos o parejas tenderán a alejarse de ellas, ya que la convivencia con las mismas se hará muy difícil.

Estas personas, por tanto, no suelen conseguir sus objetivos (no hay retroalimentación que aliente el cambio positivo y el progreso), y tienden a considerarse injustamente tratadas por el resto de personas, por lo que en su vida fácilmente aparecerán ciertas dosis de frustación y resentimiento.



Hasta aquí, lo prometido para esta entrada, explicar como la culpa acaba generando conflictos y sentimientos de baja autoestima, pero el tema todavía da para más, así que prometo otra entrada sobre el tema.
Para acabar me gustaría indicar por tanto que la culpa no es ni mucho menos, un buen mecanismo para ayudar a cambiar a las personas, y por el contrario, es con la aceptación y el no juicio cuando las personas pueden sentirse alentados a cambiar. Para ilustrarlo,termino con una vieja historia Zen...

Una noche, mientras el maestro zen Shichiri Kojun estaba recitando sutras, entró un ladrón armado con una afilada espada y le exigió el dinero o la vida. Shichiri, sin inmutarse, le respondió:
- No me molestes, por favor, estoy meditando. Puedes encontrar el dinero en este cajón- y acto seguido siguió recitando sutras.
Sin embargo, poco después se detuvo y le dijo:
-  Espera, mañana tengo que pagar unos impuestos, así que, por favor, no te lo lleves todo.
El intruso, sorprendido, decidió dejar una parte suficiente para los impuestos del anciano, y recogió el resto. Cuando ya se disponía a marchar,Shichiri volvió a hablar:
-Cuando te hacen un regalo deberías dar las gracias- sugirió.
El hombre,  extrañado, pero de alguna forma impresionado  por el comportamiento del maestro zen, le dio las gracias y se marchó.
Unos días más tarde, atraparon al ladrón, quien confesó, entre otros,  el delito contra Shichiri. Cuando llamaron a éste como testigo, sus palabras fueron las siguientes:

-En lo que a mí respecta, este hombre no es un ladrón. Yo le dí el dinero y él me dio las gracias. Nada tengo en contra de él.

Cuentan que entonces el ladrón se conmovió tanto por la generosidad y la compasión del maestro que desde ese mismo momento se convirtió en su más fiel  discípulo.

Aunque parezca algo exagerada esta historia, creo que es perfectamente posible. Quien sepa algo de psicología sabrá que alguien que esté siendo juzgado severamente de forma continua y que se acostumbra a no recibir ningún reconocimiento o aprobación por su comportamiento, muy probablemente acabe incorporando a su identidad la idea de que sólo le queda comportarse de acuerdo a ese juicio negativo para ser visible a los demás.. En este caso, el ladrón, que acaba dedicándose a la actividad delictiva como consecuencia de tales influencias, podría ver roto su esquema del mundo y de su identidad cuando una persona decide no juzgarle y se muestra tan generoso con él.

¿No me creéis?. Pues os desafío a que busquéis a una personas o un comportamiento que normalmente juzgueis duramente y que empecéis a darle lo contrario a lo que está acostumbrado, es decir, aceptación,  reconocimiento y confianza en que lo puede hacer mejor. Podéis estar seguros de que como mínimo, obtendréis mejores resultados que con el método que hasta ahora estabais aplicando.

¿OS ATREVÉIS?

Para seguir profundizando: